¿El debate entre el calvinismo y el arminianismo es exagerado? Un joven oyente del programa escribió:
Pastor John, ¡hola! He discutido sobre la predestinación y el libre albedrío con mis compañeros creyentes durante años. Soy un creyente en los cinco puntos del calvinismo. Pero últimamente estas conversaciones se han vuelto agotadoras para mí. Ninguna cantidad de discusiones parece resolver todas las cuestiones. Y recientemente leí una carta de C.S. Lewis en la que llamaba inútil al debate calvinismo-arminianismo porque solo responde a preguntas sobre esta vida, respuestas que no tienen sentido en la eternidad.
Él escribió, «Tanto la declaración de que nuestro destino final ya está establecido [el calvinismo] como la opinión de que todavía puede ser el cielo o el infierno [el arminianismo], me parece que implica la realidad suprema del tiempo, en la que no creo. No puedo estar a favor de ninguno de los dos lados, porque creo que en el mundo real (atemporal) no tiene sentido» (Cartas Completas, 2:703). Creo que Lewis plantea una pregunta justa: ¿está todo este debate limitado en el tiempo? E incluso dentro del tiempo, cada vez más me pregunto: ¿cuáles son las consecuencias en la vida real? ¿Es el valor práctico y espiritual del calvinismo para esta vida significativamente mejor? Si es así, ¿cómo?
¡Oh, Lewis, Lewis, Lewis! ¡Amigo mío! ¡Mi mentor! Empecemos por aquí. Hay una gran diferencia entre decir, por un lado, que los debates infructuosos se han vuelto fastidiosos (lo cual puedo entender totalmente y no los alentaría), y decir, por otro lado, que no veo las consecuencias en la vida real o el valor espiritual práctico del calvinismo en esta vida. Esas son frases radicalmente diferentes y la última es trágica; muy trágica. Y espero que tal malestar teológico y personal no caiga sobre mí; también espero que pueda ser eliminado de nuestro joven amigo.
Filosofía y exégesis
Así que, primero permítanme decir unas palabras sobre Lewis (bendito sea su corazón y descanse su alma en el cielo) y luego sobre el calvinismo y el tiempo. Este es el tema que él planteó: el tiempo. Y a medida que avance, intentaré mostrar a nuestro amigo lo precioso de estas cosas.
He leído más de C.S. Lewis que cualquier otro autor del planeta, excepto Jonathan Edwards. Me encanta C.S. Lewis. Ha marcado una gran diferencia en mi vida. Pero una cosa que buscarás en vano en todos los escritos de C.S. Lewis es una exposición bíblica cuidadosa y seria. No tenemos ni idea de cómo lo hizo (supongo que lo hizo); tenemos que adivinar cómo C.S. Lewis leyó su Biblia porque no nos lo muestra, lo que significa que llega a las cuestiones bíblico-teológicas más de manera filosófica que exegética.
Este es ciertamente el caso cuando se trata del calvinismo contra el arminianismo. Por lo que puedo decir, él simplemente hace a un lado docenas de específicas y claras frases bíblicas con la varita filosófica de la atemporalidad. Nadie que lea la Biblia cuidadosamente, y busque someterse a la propia lógica de la Biblia (no a una presuposición filosófica ajena) se conformará con la manera en que Lewis maneja el tema del calvinismo y el arminianismo. No puede satisfacerte si eres una persona saturada de la Biblia que toma en serio las frases reales, vivas y con sentido de la Biblia.
Pretendamos que ahora estoy hablando con C.S. Lewis sobre los cinco puntos del calvinismo. Esto es lo que le diría a Lewis. Cuatro de ellos, Sr. Lewis, no abordan en absoluto el tema del tiempo. Y el quinto trata el tema del tiempo porque Dios abordó el tema del tiempo. Dios puso el pre- en la predestinación. El hombre no decidió hacer eso; Dios lo hizo, y tenía buenas razones para hacerlo, por lo que no debemos ser arrastrados por la idea de la atemporalidad. Así que, permítanme abordarlos uno a la vez.
1. Muerto en la depravación total
La cuestión es: en el momento de mi conversión, ¿estaba muerto? ¿Era completamente incapaz de ver o saborear a Jesucristo como mi tesoro supremo? Respuesta: sí, lo estaba. Estaba muerto, ciego, espiritualmente incapaz de creer en Jesús. «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios» (1 Co. 2:14). Simplemente no es posible. No puedo comprender estas cosas en mi muerte, caída y ceguera. Son una locura para mí. No soy capaz de entenderlas. Deben ser discernidas espiritualmente, y no tengo el Espíritu Santo. Odio a Dios, me amo a mí mismo y estoy en esclavitud.
La pregunta no es de tiempo. Y la respuesta hace toda la diferencia en el mundo sobre si te alabas a ti mismo o alabas a tu Dios, maravillado de que ahora amas a Jesús y puedes ver la luz de la gloria del evangelio (2 Co. 4:4). John Piper ahora ve la luz de la gloria del evangelio.
¿Cómo sucedió eso? Si piensas que eres parcialmente incapaz de tener fe, y solo necesitas un pequeño empujón divino, tu asombro, tu humildad, tu adoración, tu reverencia se verá obstaculizada. ¿Qué tan muerto e indefenso estabas cuando Dios te salvó? Vamos, Lewis. Vamos, Lewis. Habla de 1 Corintios 2:14, habla de Romanos 8:7, habla de Efesios 2:4-5, habla de 2 Corintios 4:4. No me vengas con tu varita filosófica de la atemporalidad. Háblame de la muerte del alma humana.
2. Avivados por la gracia irresistible
La pregunta, Sr. Lewis, es: ¿qué pasó en el viaje en autobús que describió en Cautivado por la alegría, el que comenzó como un incrédulo, y para su propio asombro, terminó como un creyente? ¿Qué sucedió?
La Biblia no guarda silencio sobre lo que pasó. No acepta tu especulación filosófica. «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Co. 4:6).
Dios hizo un milagro creativo en su vida, Sr. Lewis, tanto como cuando creó el universo de la nada. Sacó el corazón de piedra y puso un corazón de carne (Ez. 36:26). Te resucitó de entre los muertos y te sentó en los lugares celestiales con Cristo (Ef. 2:4-6). Te abrió los ojos para que prestaras atención a la verdad, y en el mismo momento en que pasaste de la muerte a la vida, Dios fue decisivo, no tú. No le diste vida a tu yo muerto. Esto no es una cuestión de tiempo, Sr. Lewis; es una cuestión de culto. ¿A quién le darás gloria por tu paso de la muerte incrédula a la vida creyente?
3. Comprado por expiación limitada
Aquí la pregunta no es el tiempo. La pregunta es si el milagro del nuevo pacto que le sucede a cada cristiano cuando su corazón muerto (nuestro corazón muerto) es reemplazado por un nuevo corazón que fue definitivamente comprado para ellos por la muerte de Cristo, pero no fue comprado para todos. Esa es la cuestión. Todos tendrían un nuevo corazón si se hubiese adquirido de la misma manera para todos.
Jesús llamó a su sangre la «sangre del nuevo pacto» (Mt. 26:28; Lc. 22:20). Y lo que el nuevo pacto prometía era que los viejos corazones rebeldes e incrédulos de C.S. Lewis y John Piper serían soberanamente reemplazados con un nuevo corazón blando y creyente, y que la ley de Dios estaría escrita en ese corazón para que hagamos desde el corazón lo que somos llamados a hacer, como creer y obedecer. Nosotros no la escribimos. Él la escribió.
Todo esto fue asegurado cuando fuimos comprados por la sangre del nuevo pacto. Cuando Cristo murió, aseguró una perfecta y completa redención, incluyendo la inmerecida misericordia de nuestra conversión y fe. No es una cuestión de tiempo; es una cuestión de lo que Cristo logró para su pueblo en la cruz. ¿Dio su vida por las ovejas (Jn. 10:11)? ¿Rescató a los hijos de Dios (Jn. 11:52)? ¿Rescató para sí mismo a un pueblo disperso entre los pueblos (Ap. 5:9-10)? ¿O no lo hizo? Esa es la cuestión.
4. Seguro en la perseverancia de los santos
No se trata de una cuestión de atemporalidad o de tiempo. Es una cuestión de si tú y yo despertaremos como creyentes mañana por la mañana. ¿Lo haré? Y no puedo imaginar, para nuestro joven amigo que escribió en esta pregunta, algo más relevante cuando se acuesta por la noche que la respuesta a la pregunta ¿despertaré como creyente, destinado al cielo, mañana por la mañana, o no lo haré?
Judas estaba tan impresionado por la gloria de la soberanía de Dios que la mayor doxología de la Biblia está hecha para exaltar la soberanía de Dios sobre nuestro voluble «libre albedrío». Si Dios me dejara a mi libre albedrío, no estaría aquí. Sería propenso a vagar y a abandonar a Dios.
Esto es lo que dice Judas: «Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída…». Te va a mantener y te va a presentar intachable porque es soberano. Si él no lo hace, no hay forma de que suceda. Y luego dice: «… al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén» (Jud. 24-25).
Así de asombrado estaba Judas de que Dios no lo dejara ir. Dios no lo dejaría caer en la incredulidad. Dios no dejaría que su «libre albedrío» tuviera la última palabra. No es cuestión de tiempo, es una cuestión de dulce seguridad de que mañana por la mañana me despertaré con un corazón para Dios.
5. Asombrado por la elección incondicional
Aquí nos encontramos con el tiempo. Efesios 1:4-6:
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
El objetivo de Pablo aquí es alentar la alabanza de la gloria de la gracia de Dios. Ese es su propósito. Ese es el objetivo de Efesios 1:4-6. La gracia salvadora soberana de Dios que no se basa en nuestro «libre albedrío», sino en «el puro afecto de su voluntad». Pablo intenta poner la gracia salvadora de Dios fuera de nuestro control para que, cuando toda la historia se escriba y se lleve a cabo, la canción de las edades sea para la alabanza de la gloria de la gracia libre e invencible de Dios, para que ningún humano pueda jactarse excepto en el Señor.
Y para terminar, diría que si estas cinco realidades no nos humillan, nos envuelven, nos dan estabilidad, nos alientan a la adoración, nos impulsan a hacer sacrificios y no incitan nuestra alegría, lo que debemos de hacer no es ignorarlas, sino ponernos de rodillas y pedir a gritos que los ojos de nuestro corazón sean abiertos.
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John Piper es fundador y profesor de desiringGod.org y canciller del Bethlehem College & Seminary. Durante 33 años, fue pastor de la Bethlehem Baptist Church, Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, incluyendo Sed de Dios: Meditaciones de un hedonista cristiano y más recientemente Coronavirus y Cristo.