Dios escoge, sin condiciones, un pueblo para él mismo, una novia entre los pecadores que no conocen a Dios.
Dios puede tomar una prostituta, sacarla del prostíbulo y transformarla en una maravillosa esposa para recibir su amor eterno. Es «incondicional» porque no depende de ninguna cualidad de la novia. No la ama por su belleza; solo su amor irrevocable producirá belleza en ella.
De cualquier lugar del mundo, Dios elige hombres, mujeres, niños, granjeros, marineros, banqueros, diseñadores gráficos, discapacitados, poetas, maestros de escuela, comerciantes, atletas y amas de casa. Escoge incluso asesinos, prostitutas, ateos y recaudadores de impuestos. Elige a los introvertidos y a los extrovertidos. Escoge famosos, genios y ricos. Pero sobre todo, elige a quienes no son nadie (1 Co. 1:18-31).
Pero Dios no escoge a todos los pecadores, solo a algunos. ¿Por qué? El apóstol Pablo aborda esta dura y edificante pregunta en Romanos 9:22-23, donde nos muestra que la elección de Dios es su voluntad indiscutible. Su elección es completamente personal. Dios dará su amor incondicional a los pecadores ciegos al pecado, y este siempre ha sido su plan. Las almas pervertidas, atrapadas en el ciclo de muerte y pecado, recibirán su amor eterno (Ef 1:3-23), una realidad que no refleja el mérito del pecador, sino la grandeza del amor de Dios. Y a él le agrada esta realidad.
Se deleita en amarnos
El amor de Dios no comete errores. La elección del amor de Dios se presenta en la historia del Antiguo Testamento. En Deuteronomio 10:14-15 leemos: «He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella. Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día».
La elección de Dios en la Biblia se presenta con la palabra «escogió» a su pueblo (Dt 7:7; 10:15). El lenguaje de Dios para referirse a su elección es vívido y fuerte: «Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos» (Dt 10:15). Ser escogido, es ser objeto del agradable amor de Yahvé (Col 3:12; 1 Ts 1:4-5).
Dios se deleita en amarnos con la intensidad que la mayoría de nosotros solo puede imaginar en el escenario romántico y el matrimonio. Este amor no es imponente ni agobiante. El amor de Dios por nosotros es soberano y perfecto.
Una obra en la que se deleita (para su gloria)
La elección de Dios no es el acto de un juez sin interés, distante y reacio. Dios realmente se ha acercado a nosotros porque lo desea. Dios se deleita en elegir a su pueblo.
Un pasaje que muestra la esencia del corazón de Dios al escoger, se encuentra en la profecía de Jeremías 32:41: «Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma». Significa que Dios no escoge a la gente por lástima, sino porque se complace en hacerlo.
En la historia de la iglesia, pocos teólogos han comprendido esta realidad como el puritano Thomas Goodwin. El teólogo del siglo XVII define la elección de Dios como «una obra en la que se deleita». Y anima a los cristianos a «considerar que Dios, al elegirte, no solo te amo, sino que se complace en amarte. No fue solo por su voluntad que eligió a unos, porque no le importaba quién; fue un acto de amor, y no solo de amor, sino que se deleitó en hacerlo […]. Dios se regocija en la eternidad, en su voluntad de hacer el bien para ti, con todo su corazón y con toda su alma» (Obras de Thomas Goodwin, 7:248).
Dios ama porque se deleita infinitamente en su obra, en su pueblo amado. Esta elección muestra el corazón y el alma de Dios en acción. Dios nos ama con todo su corazón y alma porque nuestra redención del pecado exalta su infinita majestad. Goodwin lucha para explicar esto mejor, y finalmente lo expresa así: «Por un lado, piensas que nos ha amado como si no le importara nada más; volteas al otro lado, y la gloria de su gracia aparece de manera que parecemos ser olvidados, y solo la gloria de Dios brilla en ella» (Obras, 6:175).
Ciertamente no somos olvidados. Estos dos ángulos son como los ángulos de un diamante. Primer ángulo: Dios actúa porque los escogidos son el centro de atención, y se dedica completamente a crear una novia sin mancha. Segundo ángulo: Dios actúa para tomar el centro de atención y mostrarse a sí mismo como ser supremo del universo (1 P 2:9). ¡Y es ambas cosas! Goodwin describió una gloriosa verdad. Al escoger a su pueblo, Dios se exalta al invitar a los pecadores a disfrutar de su presencia para siempre.
Imágenes de gracia
La hermosa metáfora del matrimonio es la que mejor se asemeja. La elección sin condiciones es el primer paso a una boda planeada para la eternidad. Está planeada desde hace tanto tiempo que ningún pecador en la tierra podía verlo venir. Es como la primera vez que un hombre ve a una mujer, sin que ella lo sepa, en una habitación llena, esto lleva a una conversación, lo que provoca una relación, que lleva a una propuesta, que finalmente conduce a los votos matrimoniales. El plan de Dios es personal, pero aún más antiguo. Él pone en marcha los planes de boda en cuanto sabe el nombre de la novia, ¡pero la novia aún no existe!
Para hacer que esta metáfora del matrimonio funcione, debemos enfatizar una diferencia. El matrimonio que Dios escoge no comenzó por la belleza de la prometida. Dios comenzó su redención a esta futura compañera mientras ella era aún moralmente repugnante. Esto se ilustra en el matrimonio de Oseas y Gomer: ser elegido por Dios es ser una prostituta especialmente escogida, sacada del prostíbulo de la idolatría (Comentario El uso del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, 647). No podemos comprender lo extraordinario de esta elección sin conocer su oscuro pasado. En la eternidad, Dios tomó una decisión. Eligió para sí a los pervertidos y adúlteros espirituales, para amarlos por toda la eternidad (Ef 5:22-33).
Así que, la elección de Dios por seguirnos está hecha. Solo él crea este amor. Su gracia es incondicional y soberana. No hay nada en los escogidos que atraiga el amor de Dios, ni belleza, ni valor. Lo que los pecadores reciben de Dios para su bien, es totalmente inmerecido. El valor de los escogidos de Dios proviene del deleite de Dios al amarlos.
Podemos retroceder en el tiempo y ver que, antes de la creación del universo, el corazón de Dios esperaba ansioso la redención de su pueblo. Estar predestinado significa que Dios estableció tu bien eterno antes de que tuvieras fe o hicieras buenas obras (Obras de Jonathan Edwards, 18:282-83). Si comprendemos la complejidad de nuestra perversión, la elección de Dios debería dejarnos totalmente asombrados, con temor ante su amor, y con el deseo de exaltarlo.
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Tony Reinke es el escritor principal de Desiring God y autor de Competing Spectacles (2019), 12 Ways Your Phone Is Changing You (2017), John Newton on the Christian Life (2015), y Lit! A Christian Guide to Reading Books (2011). Es el anfitrión del podcast Ask Pastor John y vive en el Phoenix con su esposa y tres hijos.