Paz para aquellos en quienes Él se complace

Paz para quiénes? En medio de la alabanza de
los ángeles, suena una nota sombría. Paz para
aquellos en quienes reposa su favor. Paz
entre los hombres en quienes Él se complace.
Sin fe es imposible agradar a Dios. Por lo
tanto, la Navidad no trae paz para todos.

Jesús dijo: «Y este es el juicio: que la luz
vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, pues sus acciones eran
malas». O como dijo el anciano Simeón cuando
vio al niño Jesús: «He aquí, este Niño ha
sido puesto para la caída y el levantamiento
de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción… a fin de que sean revelados los
pensamientos de muchos corazones». Oh, cuántas
personas esperan una Navidad desolada y fría,
y no logran ver más que eso.

«A los suyos vino, y los suyos no le
recibieron. Pero a todos los que le recibieron,
les dio el derecho de llegar a ser hijos de
Dios, es decir, a los que creen en su nombre».
Jesús se dirigía solo a sus discípulos cuando
dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la
doy como el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo».

Las personas que disfrutan de la paz de Dios
que sobrepasa todo entendimiento son las mismas
que dan a conocer sus peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego.

La llave que abre el cofre del tesoro de la paz
de Dios es la fe en las promesas de Dios.
Por eso es que Pablo ora así: «el Dios de la
esperanza os llene de todo gozo y paz en el
creer». Cuando de verdad creemos en las promesas
de Dios y tenemos gozo, paz y amor, Dios es
glorificado.

Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra
paz a los hombres en quienes Él se complace
hombres que crean.

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