No silencies tu desorden

La vida de fe para un seguidor de Jesucristo es complicada. ¿Lo has notado? Vivimos en un mundo caído. El pecado ha frustrado el cosmos, y la creación está sujeta a la inutilidad y es esclava de la decadencia (Ro 8:20-21). Esto hace que nuestra existencia diaria sea difícil y complicada.

La frustración puede ser trivial o extrema. Nuestra alfombra resistente a las manchas termina por no ser tan resistente a las manchas después de todo. El flamante coche que olía a nuevo ahora ya no es más que un coche, con arañazos y chirridos para demostrarlo. Nuestra agenda diaria nunca parece salir como planeamos.

En el otro extremo, puedes recibir un diagnóstico que te cambie la vida. Un amigo puede experimentar un tremendo sufrimiento. Un ser querido que estaba aquí ayer ya no está. ¿Has experimentado recientemente algunas de las realidades de vivir en un mundo caído? ¿Cómo te comunicas con Dios en medio de las dificultades?

¿A dónde acudir?

En el mundo caído, vivimos con personas rotas. En Génesis 3, el hombre y la mujer se dedican a la acusarse y difamarse, y, poco después, un hombre asesina a su hermano. David huyó de su hijo Absalón para salvar su vida. Cristo fue traicionado y negado por aquellos que fueron sus más cercanos seguidores. Aunque muchos de nosotros no experimentemos situaciones tan extremadamente dramáticas, todas nuestras relaciones son imperfectas y requieren un esfuerzo diario significativo para poder perdurar, por no decir prosperar. ¿Has experimentado recientemente la ruptura de alguna relación? ¿A dónde acudes para encontrar alivio?

Para colmo, luchamos con el pecado en nuestro interior y con la tentación externa. El pecado distorsiona nuestros pensamientos, deseos, decisiones, formas de actuar y palabras. La Biblia exige que todos y cada uno de nosotros aceptemos que, en el más práctico de los niveles, tenemos defectos morales dentro de nosotros que no podemos resolver por nuestra cuenta en absoluto. Mientras tanto, luchamos contra fuerzas espirituales del mal, tan feroces como un león al acecho que busca devorarnos (1 P 5:8). ¿A qué luchas internas y tentaciones externas te enfrentas ahora mismo? ¿Cómo estás luchando contra ellas?

Creo que entiendes la idea. La vida cristiana es desordenada y complicada. De alguna manera, cada día te enfrentarás a la decepción, la pena, el dolor, la confusión y la lucha. La pregunta es: ¿A dónde acudes y qué haces?

Corazones transparentes ante Dios

Si eres un verdadero seguidor de Jesús, estarás en constante comunicación con tu Señor mientras experimentas la frustración de vivir en un mundo caído. Muchos de nosotros tendemos a pensar que nuestra vida de oración —o nuestra comunicación con Dios— se limita a nuestro tiempo de devoción personal, antes de una comida familiar, durante el tiempo de oración en un culto de adoración, o en nuestro pequeño grupo de estudio de la Biblia.

La realidad es que hablamos con Dios todo el día. A veces esas conversaciones se vocalizan; otras veces, son silenciosas en nuestros corazones. A veces son gritos de dolor; otras veces, son himnos de profunda alegría y agradecimiento.

Esa es una de las razones por las que amo tanto los Salmos: podemos escuchar a escondidas mientras el escritor habla con Dios todo el día. De una forma poética inspirada por el Espíritu, los salmistas registran sus conversaciones, sinceras y transparentes, con Dios. La angustia, la duda y la debilidad. La confusión, la desesperación y el deseo de rendirse. Los recordatorios para encontrar la fuerza en Cristo y seguir a Dios pase lo que pase. El gozo profundo y duradero al recordar la presencia y la gracia de Dios.

Me veo a mí mismo en cada salmo. La historia y la lucha de mi vida de fe salpica cada página, y la tuya también. Pero, si lo único que hiciéramos fuera descubrirnos a nosotros mismos en los Salmos, nos iríamos deprimidos y desanimados. Lo más significativo es que encontramos a Cristo en los Salmos. Nos confronta y nos reconforta la belleza de su fidelidad, paciencia, poder, sabiduría y gracia.

Como creyente en Jesús, no hay nada más saludable que recordarse a uno mismo quién es y quién es su Salvador. Eso es lo que los Salmos hacen tan bien, y eso es lo que debe estimular una vida devocional saludable.

Tu vida devocional debería servir como un gran recordatorio del evangelio. Debería recordarte el terrible desastre del pecado. Debería recordarte a Jesús, que estuvo en tu lugar. Debería recordarte la justicia, que es su regalo. Debería recordarte el poder transformador de la gracia que tú y yo no podríamos haber ganado. Debería recordarte tu destino futuro, garantizado a todos los hijos de Dios que él ha comprado con sangre.

Una forma diferente de recordatorio

Si eres como yo, tiendes a olvidar. No solo las llaves de tu coche o a qué hora se supone que tenías esa reunión; la familiaridad espiritual te hace olvidar el evangelio de Jesucristo. A medida que los temas de la gracia se vuelven más y más familiares, no cautivan tu atención, asombro y adoración como deberían.

Escribo esto para recordarme a mí mismo y a otros la gloriosa gracia del evangelio de Jesucristo. Hace algunos años, incluso me comprometí a escribir 366 recordatorios diarios. También me recuerdo a mí mismo el evangelio de forma regular de una forma diferente: a través de la poesía.

No me retiro a una casa de campo para escribir poemas. No, saco mi teléfono durante el vuelo para escribir unas líneas. Escribo una frase en una servilleta mientras espero en Starbucks. Me detengo a un lado de la carretera para plasmar un pensamiento que llega de repente. Escribo poemas espontáneamente mientras interactúo y me comunico con mi Señor y Salvador.

Lo que estás a punto de leer es uno de estos poemas. Mi esperanza es que este poema, titulado «Mi corazón clama», te ayude a ver al Salvador más claramente, a entender su gracia más profundamente, a confesar tu lucha más honestamente, a adorarlo más plenamente y a encontrar la motivación para continuar siguiendo al Salvador, incluso cuando te guíe a lugares inesperados y difíciles.

Mi corazón clama,
pero no estoy
asustado,
desanimado,
aterrado,
olvidado,
solo,
abatido,
o dubitativo
porque en el estruendo
de un millón de voces
de todos los lugares,
en todas las situaciones,
jóvenes y viejos
que claman día y noche
en debilidad,
en soledad,
en miedo,
y en angustia,
tú no estás
abrumado,
tú no estás
distraído,
tú no estás
hastiado,
tú no estás
desanimado,
tú no estás
agotado.
Sino que escuchas,
oyes,
atiendes
mi clamor
con ternura de
misericordia,
con paciencia de
espíritu, y con generosidad de
amor.
Escuchas mi
súplica y nunca
te apartas.
Más bien, con poder y sabiduría
y el tierno corazón de un
Salvador,
haces algo asombroso:
respondes.

Paul Tripp

Paul Tripp

Paul Tripp es un pastor y autor de más de 20 libros, incluyendo My Heart Cries Out: Gospel Meditations for Everyday Life.