Necesitamos reconsiderar la definición de pueblos no alcanzados

Cuando Jesús comisionó a su Iglesia a hacer discípulos a todas las naciones, ¿se centró en los personas no alcanzadas, en los lugares no alcanzados, o en ambos? Los escritores del Nuevo Testamento registraron cómo el evangelio se expandía no solo a través de las personas, sino también a través de los lugares. La iglesia actual necesita reconsiderar la definición común de «no alcanzados» ya que dicha revisión también debería modificar nuestras estrategias misioneras.

¿Quiénes son los no alcanzados del mundo?

Esta no es una pregunta solo para misioneros o misiólogos. Como seguidores de Cristo, este nos ha dado el claro mandamiento de hacer discípulos a todas las naciones (a todos los grupos étnicos del mundo). Usando las palabras de Pablo en Romanos 1:14, debemos el evangelio a aquellos que no lo han escuchado. Por tanto, es obligatorio que todos nosotros sepamos qué naciones —o grupos étnicos— aún no han sido alcanzados con las buenas nuevas del amor de Dios en Cristo, y que también sepamos cómo podemos cambiar esa realidad con la gracia que Dios nos ha dado.

Esta es la manera en la que el término no alcanzado es definido por «peoplegroups.org», un sitio web que investiga la necesidad y el progreso del evangelio a nivel mundial:

Un grupo étnico se considera no alcanzado cuando no existe una comunidad local de creyentes capaces de comprometerse a plantar iglesias entre este grupo étnico. En términos técnicos, el porcentaje de cristianos evangélicos en dicho grupo no supera el dos por ciento.

A pesar de que hay consenso general en muchos círculos misioneros acerca de esta definición, creo que vale la pena preguntarse si esta es la definición más adecuada y, lo que es más importante, si es la más bíblica del término no alcanzado. Esta pregunta no es nueva, ya que los creyentes han discutido acerca de esta definición y otras cuestiones relacionadas con este tema durante muchos años. Sin embargo, vale la pena volver a considerar esta pregunta para asegurarnos de que estamos cumpliendo con fidelidad el mandato de Cristo en el tiempo y lugar en el que Dios ha ordenado que vivamos.

En que parte estamos de acuerdo

Antes de exponer mis dudas acerca de la definición de no alcanzados que se ha dado anteriormente, nos será útil recordar en que parte están de acuerdo la mayoría de los creyentes que basan su fe en la Biblia. En general, se considera que las personas son no alcanzadas cuando están presentes dos hechos principales:

1. La gente no alcanzada no conoce el nombre de Jesús o la verdad acerca de quién es él y qué es lo que ha hecho.

Mucha gente considerada como no alcanzada nunca ha oído hablar de Jesús. Otros pueden haber oído mencionar su nombre, pero no saben quién es Jesús o qué es lo que hizo. Son como muchos estadounidenses actuales cuando se les pregunta acerca de alguien como Confucio. Podrán decirte que Confucio enseñó filosofía, acerca del significado de la vida, o algo por el estilo, pero eso es todo.

2. Las personas no alcanzadas no tienen iglesias en su área.

Ser no alcanzado significa que no tienes contacto con una comunidad de seguidores de Cristo. Se considera no alcanzada a la gente cuando no hay una iglesia con suficientes recursos para dar a conocer el nombre de Cristo y su verdad.

Además, la mayoría de la gente está de acuerdo en que cuando hablamos de naciones o pueblos, estamos hablando de grupos étnicos de personas que comparten un lenguaje y unas características culturales comunes. En el mandato inicial de Jesús de «haced discípulos a todas las naciones» (Mt 28:19), la palabra que se utiliza para nacionesethnē— hace referencia a los grupos étnicos. Jesús no se refería a las doscientas o más entidades geopolíticas que conocemos en la actualidad como naciones. Jesús ordenó a sus seguidores que hicieran discípulos a todos los grupos étnicos del mundo, no solo a los israelitas. Jesús era y es el Señor de todos los pueblos del mundo (Ro 10:12), y Dios quiere ser conocido, disfrutado, temido y adorado por todos ellos (Sal 67). Toda la historia se dirige hacia el día en el que toda nación, tribu, lengua y pueblo —todo el ethnē del mundo— será alcanzado con el evangelio. Dichos grupos de personas se reunirán alrededor del trono y darán gloria a Dios y al Cordero:

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero (Ap 7:9-10).

Basándonos en pasajes como este, términos como pueblos, tribus, grupos etnolingüísticos e incluso naciones pueden ser usados indistintamente. Debemos aclarar que no estamos ignorando a las personas de forma individual cuando hablamos acerca de las misiones, ya que cada persona representa un alma necesitada del evangelio. Pero ahora estamos pensando en cuál es la mejor manera de alcanzar a los grupos étnicos del mundo que tienen poco o ningún contacto con el evangelio para poder definir así cuál es la misión de la iglesia.

Necesitamos reconsiderar nuestra definición

Uno de los desafíos que encontramos cuando intentamos definir más específicamente el término no alcanzado es que dicha palabra no está en la Biblia. Sin embargo, esto no significa que dicho término no sea un concepto bíblico. Uno de los pasajes que puede ayudarnos a reflexionar acerca del concepto de no alcanzado es Romanos 15:18-21. El apóstol Pablo proporciona un resumen de su ministerio al final de su tercer viaje misionero:

Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo. Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito:

Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán.

Basándome en este pasaje, diría que la definición de no alcanzado citada anteriormente, la cual se ha utilizado comúnmente en muchos círculos misioneros, no es la más adecuada. Y digo esto por dos razones principales. En primer lugar, a la luz de la explicación que ofreceré más adelante, no me parece que un «dos por ciento de cristianos evangélicos» sea el baremo más adecuado para identificar a un grupo de personas como no alcanzadas. Segundo, las Escrituras nos dan razones para creer que la calificación de no alcanzado puede aplicarse a los lugares, y no solo a las personas. Por tanto, en lugar de la definición que hemos visto al principio, me gustaría proponer esta otra para el término no alcanzado:

Los personas y los lugares no alcanzados son aquellos entre los que Cristo es en gran parte desconocido y la iglesia no tiene los medios necesarios para dar a conocer a Cristo a la mayoría de su población sin ayuda externa.

Esta definición añade los lugares a nuestra comprensión de lo no alcanzado y elimina la designación del dos por ciento. Puede que estas diferencias no parezcan significativas a primera vista, pero creo que tienen implicaciones muy importantes para llegar a comprender la tarea de las misiones en el mundo actual.

El dos por ciento

La designación técnica del «dos por ciento de cristianos evangélicos» es problemática en dos sentidos. En primer lugar, identifica —de manera algo arbitraria— el baremo del dos por ciento como el principal —si no el único— factor decisivo entre los alcanzados y los no alcanzados. Técnicamente hablando, el grupo de personas que es 1,9% cristiano evangélico se clasificaría como no alcanzado, mientras que el grupo de personas que es 2,1% cristiano evangélico se clasificaría como alcanzado. ¿Por qué el dos por ciento es el número que marca esta distinción?

Los misiólogos han examinado los datos sociológicos para determinar el baremo a partir del cual un segmento de la población puede difundir adecuadamente sus ideas a la mayoría de su población sin ayuda externa. Sin embargo, los sociólogos —y, por consiguiente, los misiólogos— no se ponen de acuerdo en qué porcentaje de personas constituye dicho baremo. Cuando se distribuyó el Unreached Peoples Directory [Directorio de pueblos no alcanzados] en el Congreso de Lausana de 1974, se dijo que «se considera no alcanzado a un grupo de personas cuando menos del 20% de la población de ese grupo forma parte de la comunidad cristiana» y, debido a ello, algunos siguen utilizando dicho baremo actualmente. Este desacuerdo, junto con la ausencia de una definición bíblica con respecto a dicho baremo, hace que el intento de identificar un determinado porcentaje de personas como alcanzado o no alcanzado sea problemático. Y más aún si dicho porcentaje se convierte en el factor decisivo principal —y a veces en el único— para definir cuál debe ser nuestra estrategia misionera.

La razón por la que es problemático es porque hay muchísimos más factores en juego cuando se trata de analizar el estado de avance del evangelio entre un grupo de personas o un lugar en particular. Si consideramos un número por sí mismo o de forma principal —en este caso, el porcentaje de evangélicos—, entonces nuestra comprensión del avance del evangelio será tristemente incompleta.

Por ejemplo, si el grupo de personas A es 1,9% evangélico y el grupo de personas B es 2,1% evangélico, entonces podríamos suponer que la iglesia del grupo de personas B está en una posición un poquito más fuerte. Sin embargo, tu evaluación podría cambiar si descubrieras que el número de evangélicos en el grupo de personas B ha bajado del 5% al 2,1% en los últimos cinco años, mientras que el número de evangélicos en el grupo de personas A ha aumentado del 0,2% al 1,9% durante ese mismo período de tiempo. Todo parece indicar que el mensaje del evangelio está echando raíces y extendiéndose en el grupo de personas A, mientras que muchos lo están abandonado en el grupo de personas B.

Además, ¿qué pasaría si descubrieras que la iglesia del grupo A es sólida y muestra claramente las características bíblicas de ser una iglesia sana, mientras que la iglesia del grupo B está siendo inundada por la falsa enseñanza y no muestra ningún signo de ser sana bíblicamente hablando? Está claro que esta información es valiosísima para decidir a dónde enviar a los misioneros y lo que estos necesitan hacer.

Por dichas razones, es importante identificar el porcentaje de evangélicos en un lugar determinado o entre un grupo de personas específico, y después asociar dicho porcentaje con la investigación de otros factores para identificar con precisión el estado de la iglesia y el acceso que esas personas o lugares tienen al evangelio. Esta evaluación más integral permite a la iglesia tomar mejores decisiones respecto a dónde enviar a los misioneros, así como respecto a la forma en que dichos misioneros deben centrar sus energías. Debemos esforzarnos al máximo en conocer el estado general de la iglesia para que este determine nuestra estrategia misionera.

El enfoque bíblico de los lugares

Además del baremo algo arbitrario del 2%, la definición común de no alcanzado también es problemática porque limita de forma innecesaria solo a los grupos de personas la calificación de no alcanzado. La investigación acerca de los grupos de personas es necesaria a la luz del mandato de Cristo de hacer discípulos a todas las naciones —todo el ethnē— y la promesa de la Biblia de que personas de todas las lenguas, tribus, pueblos y naciones serán un día rescatadas por Dios y estarán presentes en el Cielo. Por todo ello, es conveniente que identifiquemos los grupos etnolingüísticos que hay en el mundo y monitoricemos la expansión del evangelio entre ellos. Este tipo de información debe ser tenido en cuenta en nuestras estrategias misioneras para llegar a todos los pueblos.

Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que cuando el Nuevo Testamento registra la expansión del evangelio a través de la Iglesia primitiva, los autores bíblicos se centran de forma marcada en los lugares, no solo en las personas. Por ejemplo, el relato de Lucas acerca de los viajes misioneros de Pablo registra principalmente la expansión del evangelio de ciudad a ciudad y región a región, no de grupo de personas a grupo de personas. El libro de los Hechos registra la expansión geográfica de la Iglesia desde «Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hch 1:8). Además, cuando el apóstol Pablo explica en Romanos 15:18-21 su pasión por predicar el evangelio allí donde Cristo no había sido nombrado, habla en términos de lugares distintos, no de grupos de personas distintos. Citando sus propias palabras: «desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo» (Ro 15:19).

Que la Biblia preste dicha atención a los lugares no significa que esta descuide la mención o la importancia de las distinciones étnicas y culturales entre aquellos que se convertían. Aún así, debemos recordar que los primeros misioneros se centraron en la expansión del evangelio no solo entre los personas no alcanzadas, sino también entre los lugares no alcanzados (y a menudo se centraron aún más en estos últimos). De todas maneras, me gustaría que quedase claro que esto no es un enfoque de «una cosa o la otra», y no defiendo en absoluto que se deje de lado o se deseche la definición de grupos de personas no alcanzados. Pero siendo fieles a las Escrituras, cuando llevamos a cabo la labor misionera debemos considerar tanto a los grupos étnicos no alcanzados como a los lugares no alcanzados. A continuación, paso a explicar dos formas en las que esta distinción afecta directamente a nuestras estrategias misioneras.

Los efectos en nuestras estrategias misioneras

Primero, reconocer a los no alcanzados en términos de grupos de personas específicos tiene una influencia extraordinaria en la creación de discípulos. Las barreras etnolingüísticas a menudo obstaculizan la difusión del evangelio entre los grupos de personas. Es necesario que los misioneros consideren dichas barreras en la evangelización y el discipulado de forma que puedan contextualizar el evangelio para sus oyentes. Los misioneros aprenden a menudo un idioma para poder compartir el evangelio y siempre deben tener en cuenta las distinciones étnicas, culturales, lingüísticas y religiosas de sus oyentes cuando les comuniquen el evangelio y lo apliquen a sus vidas. No demostraremos ser sabios respecto a las misiones si no consideramos seriamente cómo la contextualización afecta a la formación de discípulos entre diferentes grupos de personas.

Segundo, reconocer a los no alcanzados en términos de lugares específicos tiene una influencia extraordinaria en la plantación de iglesias. Cuando los misioneros vayan y hagan discípulos en los lugares donde existen múltiples grupos de personas, su objetivo no debería ser plantar iglesias solo entre un grupo de personas específico; su objetivo debería ser plantar iglesias en un lugar específico. Como hemos señalado anteriormente, los patrones de misión del Nuevo Testamento ponen una clara prioridad en la plantación de iglesias en los lugares no alcanzados. Pablo plantó iglesias en Listra, Derbe, Iconio, Tesalónica, Corinto, etc., desde Jerusalén hasta Ilírico, en los centros de las ciudades y en los lugares que anteriormente no habían sido alcanzados. Por otro lado, como las iglesias son plantadas en lugares específicos, estas iglesias incluyen a diferentes grupos de personas bajo la soberanía de Dios. Pablo no plantó solo iglesias judías o gentiles, lo que hizo fue traer a judíos y gentiles —diferentes grupos étnicos— a la misma iglesia siempre que esto le fue posible lingüísticamente. Así pues, vemos que el Nuevo Testamento no da prioridad a la plantación de iglesias homogéneas compuestas por un grupo étnico específico.

En otras palabras, Pablo y su equipo no dijeron: «Vamos a plantar iglesias entre este grupo de personas, pero no vamos a plantarlas solo de este grupo de personas». Incluso teniendo el claro mandato de ir a los gentiles, Pablo proclamó el evangelio a los judíos (Hch 17:1-3), y por ello se encontró a menudo con mucha oposición. Por añadidura, fueron muchos los obstáculos que hicieron extremadamente difícil para el apóstol Pablo alcanzar tanto a judíos como a gentiles y unirlos en la misma iglesia. Sin embargo, nunca escuchamos que Pablo dijera: «Sería más fácil si los judíos y los gentiles permanecieran separados, así que mantengámoslos en iglesias diferentes y el evangelio se extenderá con más rapidez».

Con la Biblia en la mano, eso nos suena ridículo; sin embargo, esto es precisamente lo que promueven algunas estrategias misioneras contemporáneas. Muchas personas en la actualidad afirman que el evangelio se extendería más rápido si mantuviéramos a los diferentes grupos de personas en iglesias separadas. Juntarlos crea demasiados obstáculos si realmente queremos llegar a los grupos de personas tan rápido y eficazmente como sea posible. Es como si algunos estrategas misioneros actuales le dijeran a Pablo: «La verdad es que podrías haber alcanzado a más judíos y gentiles y de forma mucho más rápida y eficiente si no hubieras escrito el libro de Efesios tratando de juntar a ambos grupos». Sin embargo, el objetivo de Efesios —como todo el resto de las Escrituras— es demostrar el poder único del evangelio para unir a los pueblos —a los judíos y los gentiles— bajo el estandarte de Cristo. A través del Nuevo Testamento, el evangelio invita e, incluso exige, que los creyentes ayuden a que las barreras étnicas se diluyan en la iglesia, y que planten iglesias compuestas por diferentes grupos de personas siempre que sea posible.

Por tanto, debemos rechazar la idea de que en los lugares donde existen diferentes grupos de personas, debemos plantar a propósito iglesias compuestas exclusiva y permanentemente por un solo grupo de personas. Así como Pablo no salió de viaje y dijo: «Voy a plantar una iglesia judía aquí, y una iglesia gentil allá», tampoco deberíamos hacerlo nosotros. Por el contrario, en los lugares donde haya diferentes grupos de personas deberíamos plantar iglesias que deliberadamente eliminen las barreras étnicas evangelizando a los distintos grupos de personas y juntándolos en la misma iglesia.

Unas cuantas advertencias

Llegados aquí, es importante incluir algunas advertencias. Primero, aún nos falta mucho en nuestra propia cultura occidental para alcanzar esta mentalidad, ya que por lo general nuestras iglesias son demasiado homogéneas. Las Escrituras presentan un cuerpo multiétnico de creyentes como un poderoso testigo del poder y la belleza del evangelio. Este tipo de visión multiétnica debe moldear la eclesiología de nuestras iglesias locales, y no solo nuestra labor misionera en el extranjero.

En segundo lugar, estamos de acuerdo en que las diferencias idiomáticas deben ser tenidas en cuenta en la plantación de iglesias, ya que la capacidad de comunicarnos entre nosotros es fundamental para llevar a cabo las funciones básicas de la iglesia. Como Pablo dijo a los Corintios:

[Si] por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí (1 Co 14:9-11).

Pablo deja claro que si el lenguaje es incomprensible, daña a la iglesia.

Por último, incluso si tenemos diferentes grupos de personas que hablan el mismo idioma, juntarlos en la misma iglesia con el objetivo de que lleguen a ser discípulos, puede ser un proceso que requiere mucha paciencia y sabiduría. Sin embargo, sigue siendo el objetivo por el que debemos trabajar hasta el día en el que todas las personas se reúnan como un solo pueblo para dar gloria a Dios a través de Cristo.

Nuestra respuesta

En resumen, la estrategia misionera que es bíblica debe centrarse tanto en las personas como en los lugares en los que Cristo es en gran parte desconocido y la iglesia no tiene los medios necesarios para dar a conocer a Cristo a la mayoría de su población sin ayuda externa. Como seguidores de Cristo en la iglesia, debemos enviar e ir como misioneros a los lugares no alcanzados alrededor del mundo. También debemos enviar e ir como misioneros a los lugares que sí han sido alcanzados y que tienen una población considerable de pueblos no alcanzados. Y debemos trabajar expresamente en los lugares que sí han sido alcanzados y que tienen un potencial importante para alcanzar a las personas y lugares no alcanzados.

Sin importar el lugar, debemos proclamar el evangelio a todas las personas con el claro propósito de alcanzar a los diferentes pueblos y, en la medida en la que sea lingüísticamente posible, juntarlos en las mismas iglesias. De esta manera, aportaremos nuestro pequeño granito de arena para que se hagan discípulos y se multipliquen las iglesias en todos los lugares y entre todos los grupos de personas del mundo.

David Platt

David Platt

David Platt es pastor de la Iglesia Bíblica McLean en el área de DC. Es el autor de Radical: Volvamos A las Raices de la Fe.