El sutil arte de sabotear a un pastor

Querido Larvario, mi tesoro, mi amorcito:

Los informes de tu progreso alientan mi ennegrecido corazón. Cuando te asignaron uno de los ministros del Enemigo hace diez años, su infernal Majestad y yo sabíamos que te iba a resultar difícil. El celo de un nuevo pastor puede ser un desafío abrumador, incluso para el más astuto de nuestros camaradas, pero también creíamos que el tiempo engendra heridas y que tu tarea sería más fácil cuanto más tiempo aguantara tu paciente. Ahora prosperas desde ese dulce punto de fatiga y asimilación pastoral. El brillo de la novedad se ha ido. Y se abren las grietas de la armadura ministerial.

Hay muchas tentaciones que se dan a menudo entre los subpastores del Enemigo, pero una tentación universal surge de su carne: quieren gustar a la gente. Querer ser querido no es un pecado—usando la terminología del Enemigo—, pero enseguida se puede convertir en uno a manos de un desintegrador espiritual tan astuto como tú. Algunas tácticas que podrías considerar:

Sugiere a tu cliente que trabaja para la congregación, no para el Enemigo. Esto no te será difícil vendérselo, porque son caras que ve todos los días. Recuérdale quién paga su salario. Cuanto antes consigas que tu paciente se vea como un profesional, como un empleado, mejor.

Empieza, con tus compañeros de trabajo, a enviar a su oficina, correo de voz y correo electrónico feligrés tras feligrés con demandas, peticiones y ondeando pancartas filosóficas. A través de ellos proponle alcanzar una cima detrás de otra, todas, excepto el Gólgota.

Ponle la cabeza como un bombo. Incluso las llamadas preocupaciones «inocentes» pueden distraerlo de Aquel con el que tu paciente está en deuda, si ofrecen sustitutos plausibles para lo «primordial» de las Malas Noticias. El entrar en modo «agradar a los demás» puede enmascararse de forma sutil, igual que una serpiente deslizándose en la hierba alta (sin ánimo de ofender a su Majestad).

Ayuda a tu paciente a ver todo lo que le falta. Alimenta su descontento. Cuanto menos satisfecho esté tu paciente con lo que el Enemigo ha hecho por él y todo lo que el Enemigo le ha dado, más seductora será la validación, la aprobación y el elogio de los demás. Vacíale de su confianza resaltando sus fracasos, para que así su cabeza se hinche más fácilmente con adulaciones y confianza en sí mismo. Luego explótalas como hace un alfiler con un globo y empieza de nuevo. Es fácil para un pastor caer en el orgullo —es su estado por defecto— así que esto no debería ser demasiado difícil para ti.

Convertir a tu paciente en un hombre que busque la aprobación de los demás puede requerir el uso de lo que hemos llamado la técnica de «dejar que el enemigo se confíe antes de atacarle», que es la siguiente: Primero, haz que todo sea muy cómodo en la iglesia para tu paciente. Cuando esté muy satisfecho consigo mismo y no esté sobrio ni vigilante, sino que esté borracho de tranquilidad y se ponga en piloto automático pastoral, entonces será el momento de atacar.

Trae refuerzos para avivar la división y la disensión en su rebaño. Ponlo a la defensiva. Desmoralízalo. Hazle sentir como si tuviera que demostrar más, que ser más. Empújalo a que esté inquieto. Haz todo lo posible para que pastoree bajo coacción, no de manera voluntaria, mucho menos con entusiasmo, y anímale a que vea las ovejas de su rebaño como problemas que hay que arreglar o recursos que hay que utilizar.

Lo mejor sería que pudieras conducirlo a una posición orgullosa y dominante, pero la clave en todo malestar congregacional no es solo divorciar a la congregación de una iglesia entre sí o de sus líderes, sino divorciar al líder de la fe en el Enemigo. Exagera su entendimiento, si es necesario, para que se apoye en él. O deshazlo, si es necesario, para que vuelva a caer en el deseo de agradar a los hombres. Susúrrale: «Yea cuando todos hablan bien de ti».

Convéncele de que la dificultad es algo extraño, inmerecido, de que la lealtad a sí mismo es un sustituto adecuado para la lealtad al Enemigo, de que busque la paz a toda costa, en especial a expensas de la verdad de las Malas Noticias. Tu paciente es un hombrecito necesitado e inseguro. Embriágale con la tenue y vaporosa seguridad de sentirse querido como si eso fuera lo único que importa..

Y estos no son más que los rudimentos de una sola tentación. Siempre hay más que hacer y mucho que aprender. Habrá más, si el Enemigo se retrasa.

Indefinidamente tuyo,

Orugario

Jared Wilson

Jared Wilson

Jared Wilson es el autor de varios libros, incluyendo el más reciente "The Imperfect Disciple: Grace for People Who Can't Get Their Act Together"