En resumen, «lo terapéutico» toma prestada una maravillosa metáfora de la medicina («la sanidad»), pero la trata como una realidad literal. Por supuesto, cuando te curas de tener cáncer, gripe o una pierna fracturada, es una sanidad literal. Algo malo te pasa. Eres una víctima; fuerzas externas a tu identidad y responsabilidad como agente moral te perjudicaron. Eres un «paciente». «Tienes» o «sufres de» alguna enfermedad o disfunción. Con la sanidad, tu cuerpo ha sido restaurado, y eso es bueno.
Pero la consejería trata un tipo de problema diferente. Por supuesto, a veces hay un contexto médico donde cabe la terapia. La consejería puede tratar la desesperación y el miedo (por tener cáncer), o el mal humor y las quejas que siempre te hacen difícil vivir (y que se agravan cuando te enfermas de gripe), o el consumo excesivo de alcohol (que causó el accidente de coche en el que te fracturaste la pierna). La consejería es sobre ti y cómo vives, no sobre lo que tienes, te contagias y sufres. O bien, la consejería puede tratar tu ansiedad en situaciones sociales, tus ataques de pánico, tus fantasías de ira asesina, el uso de drogas, el mal uso de alimentos y la inmoralidad sexual. Esos sentimientos, conductas y pensamientos podrían haberse convertido en tu estilo de vida después de haber sido víctima de un agresor sexual, pero la consejería no se trata esencialmente de «tu abuso». Es un problema social o criminal, así como el cáncer es un problema médico. El sabio consejo presta mucha atención a estas circunstancias, pero finalmente aborda tus reacciones al haber sido abusado.
La consejería puede tratar conductas problemáticas (ira explosiva, abuso de sustancias, pereza, robo) que te meten en problemas con la escuela, la ley, tu jefe o la familia. O puede tratar las reacciones hacia tus padres y hermanos cuando ellos señalan que te has equivocado o tienes patrones erróneos en la lucha por el poder, el amor, el estatus o la comodidad dentro de tu familia. El consejo sabio te ayuda a reformar tu identidad, en Cristo, mientras Dios renueva tu mente. La consejería puede tratar con sentimientos de vaga inquietud sobre el significado de la vida que han surgido al pasar la mediana edad y ver que la vejez se acerca. O puede tratar con cualquier tipo de sentimientos, pensamientos o comportamientos problemáticos, sea cual sea el contexto de tu vida.
Todas las cosas con las que la terapia trata son problemas en ti y en tu forma de vida. Son problemas morales, espirituales, personales, psicológicos, emocionales, relacionales, de estilo de vida, de identidad. No son esencialmente como lo que le sucede a tu cuerpo que necesita ser sanado.[1] Sin importar el trato que recibas (que te provoquen, restrinjan o influencien) estas son formas en las que tú actúas. Reaccionas y actúas hacia tu mundo, tanto como tu mundo actúa sobre ti. La consejería inevitablemente trata con tus comportamientos, emociones, pensamientos, motivos, valores, cosmovisión, recuerdos, adicciones, actitudes, relaciones, creencias, elecciones y deseos. Cuando se restablece una relación amarga y rota, cuando un suicida encuentra razones para vivir, cuando un inmoral se arrepiente y aprende a amar a las personas en lugar de usarlas, cuando una chica tímida da un paso de valentía, se puede llamar apropiadamente «sanidad», como una metáfora. Pero para hablar en términos bíblicos, las cosas malas salieron de tu corazón. A diferencia de un paciente de cáncer, tú eres esencialmente responsable. A diferencia de un enfermo de gripe, eres un actor, alguien que hace, piensa, elige, quiere, reacciona. A diferencia de la sanidad de una pierna fracturada, a medida que cambias tu forma de vida, te conviertes en una buena persona, alguien que vive una vida mejor. Tu identidad, tus deseos dominantes y tu estilo de vida están cambiando, no tu fisiología.
La Biblia usa la sanidad como una metáfora exactamente de esta manera. Cuando Jesús dice que es médico para los enfermos, añade: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Lc. 5:32). Se refiere a los moralmente enfermos, los deformados psicológica y espiritualmente, personas cuyas relaciones e identidad están fuera de forma. Se refiere a los problemas de asesoramiento. El arrepentimiento (metanoia) es la transformación de todo lo que eres y haces desde adentro hacia afuera.
Pero los enfoques terapéuticos de la consejería, en principio, en la imagen profesional de sí mismo, en la propaganda, en los compromisos teóricos básicos, en las categorías de diagnóstico, tratan estos aspectos morales de nuestra humanidad como si fueran esencialmente el mismo tipo de cosa que una enfermedad física. Tratan exactamente los mismos problemas humanos que el sabio consejo pastoral trata. Pero definen radicalmente mal esos problemas, y así malinterpretan las soluciones, maltratan los problemas y mal aconsejan a la gente.
En la práctica, la terapia rara vez llega hasta el final en el tratamiento de una víctima. La creación de Dios, la providencia y la gracia común típicamente limitan el grado en que una visión falsa puede imponer su distorsión sobre la realidad. Pero la lógica esencial de la terapéutica es ésta: tus problemas personales surgen cuando eres provocado. En los niveles más profundos de causalidad, eres simplemente pasivo, víctima de fuerzas determinantes fuera de tu responsabilidad moral. ¿Por qué eres como eres? ¿Por qué haces las cosas que haces? Las ciencias sociales modernas han votado decididamente a favor de las causalidades determinantes: la naturaleza y/o la crianza, la genética y/o la educación, las hormonas y/o la historia familiar, tu cuerpo y/o tu sociedad. No, tú eres responsable de ti. Eres un producto de otras fuerzas. El compromiso ideológico de la ciencia social secular con la causalidad naturaleza/nutrición te definen por lo que actúa sobre ti. Los enfoques terapéuticos de la consejería son producto de esta mentalidad.
Como he mencionado, la terapéutica rara vez puede ser completamente consistente (excepto cuando toma un enfoque radical médico-biológico y vierte todas las energías en la transformación del cuerpo físico; el único otro enfoque consistente sería verter todas las energías en el cambio de la sociedad). Permíteme dar dos ejemplos de la incoherencia. Primero, la mayoría de las teorías clásicas de la personalidad y las escuelas de psicoterapia expresan alguna forma de determinismo de naturaleza/nutrición que es el sello distintivo de la perspectiva terapéutica. Los cuidadores primarios no satisfacían tus necesidades psicológicas; tus instintos obstinados existen en conflicto permanente; la sociedad condicionaba tus impulsos para que se comportaran de manera improductiva e insatisfactoria; tu genética está mal conectada y tu bioquímica desequilibrada; estás traumatizado por el abuso sexual, el racismo o la violencia; tienes la enfermedad del alcoholismo o sufres de un trastorno obsesivo-compulsivo; y así sucesivamente.
Pero siempre han existido otros enfoques populares de consejería que tratan a las personas como responsables: terapia existencial, terapia de realidad, logoterapia, terapia racional-emotiva, terapia cognitiva-conductual, asesoramiento filosófico, Dra. Laura, Dr. Phil. Estrictamente hablando, estas no deberían ser llamadas «terapias» en absoluto. En realidad, son sistemas moralistas que enseñan filosofías prácticas de la vida. La mayoría de ellas tienden hacia alguna versión de la filosofía estoica. Exhortan a aquellos a quienes aconsejan a que se controlen y se responsabilicen de sus creencias y elecciones. Noten, sin embargo, que incluso con las «terapias» de responsabilidad, tu responsabilidad final es hacia ti mismo, no hacia Dios. Tu confianza final está en ti mismo, no en Cristo. Tu justicia es tu propio derecho de nacimiento o logro («en el fondo, estás bien»). No es el regalo de Otro que vino a morir por ti, el único que es digno.
En segundo lugar, incluso con las teorías más «terapéuticas» y deterministas, uno se encuentra repetidamente con la extraña noción de que no eres responsable de tus problemas (como hemos visto, la responsabilidad se asigna a la crianza, la genética, las experiencias de trauma, las necesidades insatisfechas), ¡pero sí eres responsable de mejorar! No te culpan por las cosas malas de ti mismo, pero sí te dan crédito por las cosas buenas. No causaste lo que está mal, sino lo que está bien. Esto va en contra de la realidad ordenada por Dios. Ninguna forma de consejería puede funcionar por mucho tiempo a menos que asuma algún tipo de responsabilidad humana. Pero este cálculo particular de responsabilidad humana exhibe una lógica maravillosamente efectiva. Aumenta la arraigada autojustificación de los pecadores. Mantiene nuestra represión del conocimiento de Dios. Borra nuestra radical necesidad de ayuda externa.
Todos estos modelos seculares de consejería, ya sea terapéutico o estoico en la lógica central, se unen para llamarte a una responsabilidad que es solo para ti mismo. Proclaman la necesidad y la validez de la confianza en uno mismo como algo fundamental: «Bienaventurado el hombre que confía en la humanidad» (para invertir Jeremías 17:5). Se unen en la supresión sistemática de la conciencia de tu responsabilidad hacia Dios y tu necesidad de confianza fundamental en la invasión salvadora de tu condición por parte de Cristo. Al final del día, se unen para proclamar que «todas las respuestas a los problemas humanos están dentro de nosotros mismos. Los avances de la ciencia médica, los recursos sin explotar del alma humana individual, y los efectos nutritivos de las buenas relaciones interpersonales nos salvarán de lo que está mal en nosotros». Un problema puramente bio-psico-social tiene por definición una solución puramente bio-psico-social. Si no tenemos ningún problema con Dios, no necesitamos nada de Dios para resolver el problema.
¿El resultado final de los enfoques terapéuticos de la terapia? Un compromiso ideológico con la pasividad (en la asignación de causas) y con la autoconfianza humana (en el trabajo para la cura) significa que tus problemas personales e interpersonales no pueden ser nunca males que salgan de tu corazón corrompido y poco confiable. Por lo tanto, no pueden ser pecados contra Dios. Por lo tanto, no necesitas el perdón de un Salvador para liberarte, y la presencia continua de un Pastor y el poder para cambiarte.
Por lo tanto, la consejería de un cristiano debe ofrecer la más clara alternativa a la terapéutica.
Recursos adicionales:
- Philip Rieff, The Triumph of the Therapeutic [El triunfo de la terapéutica], Chicago: University of Chicago Press, 1987.
- Os Guinness, «America’s Last Men and their Magnificent Talking Cure» [«Los últimos hombres de Estados Unidos y su magnífica charla sandaora»] Journal of Biblical Counseling, 15:2, 1997, pp. 22-33. Originalmente publicado en No God but God [No hay dios fuera de Dios], editado por Guinness y John Seal.
- David Powlison, «Biological Psychiatry» [«Psiquiatría biológica»], Journal of Biblical Counseling, 17:2, 1999, pp. 2-8.
- Ed Welch, «Who Are We?: Needs, Longings, and the Image of God in Man» [«¿Quiénes somos?: Necesidades, anhelos y la imagen de Dios en el hombre»], Journal of Biblical Counseling, 13:1, 1994, pp. 25-38.
[1] En nuestra época está de moda tratar de establecer que todo el comportamiento tiene un origen biológico y, por tanto, puede ser tratado con medicamentos. Esto también pasara. La esencia de nuestra humanidad siempre resistirá el reduccionismo materialista.
David Powlison sirvió como Director Ejecutivo en Christian Counseling & Educational Foundation y editó The Journal of Biblical Counseling.