El miedo es parte de nuestra vida en este cuerpo terrenal, limitado y frágil en un mundo caído y temeroso. Sentimos aflicciones y temor. Nuestros miedos no terminan al dejar de ser niños. Puede que empiecen como monstruos bajo la cama, pero hay monstruos más perturbadores que acechan en las sombras a medida que crecemos.
Tenemos miedo a fracasar en la escuela o en los deportes, al amor ideal o peor, a la falta de amor. Tenemos miedo de estar solos, de perder la salud de nuestros hijos, o perder su amor. Tememos que nuestros gastos superen nuestros ingresos. Tenemos miedo de no conseguir trabajo o perderlo, tememos a la crisis económica e incluso a la pobreza. A medida que envejecemos, tenemos miedo de perder nuestra pensión, nuestros hogares, e incluso perder la razón. Algunos de nuestros miedos más oscuros pueden ser cubiertos con un seguro, pero ningún seguro puede borrar todos los miedos. Estamos más ansiosos e inseguros de lo que queremos admitir.
Los miedos de la vida establecen un hermoso contraste con la seguridad de los elegidos de Dios. Una vez que Dios te envuelve con su manto de seguridad soberana, quita el temor de que cualquier circunstancia inesperada se puede llevar tu esperanza, tu felicidad y tu seguridad de manera repentina. Te promete gozo, un gozo que te cautivará aún más a medida que conozcas que Dios no tiene límites.
El gozo cubierto por su sangre
En el contexto de la salvación de Dios, la Escritura entrega una promesa extraordinaria:
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. (Ro 8:31-33)
En este bello pasaje, encontramos la prueba de que Dios nunca dejará que sus hijos caigan en condenación o juicio de Cristo. No sucederá, porque él dio a Cristo primero. Y si Dios entregó a su precioso y escogido Hijo, ¿por qué no nos daría a nosotros, sus hijos, todo lo que necesitamos para prosperar eternamente? Él no se detendrá, ese es el punto. «Todas las cosas» significa «todas las cosas». Su corazón no duda al darnos esa promesa. Todo lo que necesitamos para prosperar por la eternidad es prometido por un Padre celestial que desea bendecirnos en abundancia para nuestro gozo y su gloria. Para sus amados hijos, la sangre derramada de Jesucristo es una evidencia innegable que demuestra que Dios no se detendrá ante nada para asegurar nuestro gozo eterno. (Obras de Jonathan Edwards, 19:777-78).
Porque Dios dio a su único Hijo por ti, te garantiza que él se encargará de los detalles de tu vida junto a él. Te guiará a una eternidad con él para disfrutar plenamente de su gozo para siempre. Ser elegido por Cristo es tener el guion de tu vida completo, y el final de la historia es la vida eterna.
La aflicción, la pena y el gozo
Pero sin duda, el guion de esta vida incluye conflictos y dificultades. No encontramos gozo escapando de esta vida, sino viviéndola. No sé cuánto dolor y decepción tendrás que enfrentar, pero lo harás. Puede que enfrentes tiempos oscuros que te llevarán a la depresión. Puede que vivas con serios arrepentimientos, y esos arrepentimientos vienen en diferentes formas y tamaños. Tal vez nunca pensaste en tener cuarenta años y estar soltero. Tal vez te arrepientas de tener cuarenta años y estar casado, de haber tenido hijos o no tenerlos. Puede que te arrepientas porque un hijo tuyo abandonó la fe.
Sean cuales sean los dolores o arrepentimientos de la vida, la corriente de Calvino explica: «Aunque no puedo ver por qué mi vida se ha desarrollado de la manera en que lo ha hecho, Dios está en control y soy sustentado por la gracia». Esta confianza libera nuestros corazones para disfrutar de la vida. No vivimos despreciándonos por todos nuestros fracasos. Preferimos recordar sabiendo que Dios tuvo el control de millones de situaciones, circunstancias y relaciones que nos llevaron a donde estamos hoy.
El apóstol Pablo, quien sufrió casi todo tipo de decepciones y angustias, también reconoció que su dolor era parte del plan final de Dios (2 Co 6:3-10). El dolor que sintió fue real, y dolió, pero también demostró que el gozo de Dios era infinito. «Nadie puede quitarnos nuestro gozo», dijo Spurgeon una vez.
Somos peregrinos, aunque el camino sea duro. Entre las cenizas de nuestros dolores viven las chispas de nuestras alegrías, listas para arder cuando el aliento del Espíritu sople dulcemente. Nuestra felicidad latente es una herencia más especial que el regocijo del pecador (Sermones del Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, 28:187).
El gozo de Dios en la vida de sus hijos es un don precioso, a veces oculto, pero nunca vencido por la tristeza, el conflicto o las circunstancias humanas.
Gozo indescriptible
Saber que sentiremos un gozo eterno en la presencia de Cristo lo cambia todo. Significa que podemos renunciar al control de nuestras vidas. Significa no tenemos miedo del futuro. Significa que nuestro esfuerzo por alcanzar la santidad no es en vano. Dios nos da su gracia para que vivamos conforme a la imagen de Cristo, en su santidad y gozo. Esto se cumplirá si nos esforzamos y obedecemos confiando en su promesa.
1 Pedro 1:3-9 nos muestra una enseñanza clave sobre el anhelo y las pruebas. No estamos distraídos esperando que algún camión pase y nos lleve al cielo. The Joy Project (El proyecto de gozo) nos guía a la presencia de Dios, pero Cristo nos muestra, ahora, adelantos increíbles de lo que será el gozo eterno.
Como escribe el puritano John Owen, el gozo terrenal de esta vida no puede compararse con estos maravillosos adelantos de lo que nos espera, por la fe.
No hay gloria, paz, alegría, ni satisfacción en este mundo, que se pueda comparar con lo que recibimos de esa débil e imperfecta visión que tenemos de la gloria de Cristo por fe. Todas las alegrías del mundo no son nada en comparación con lo que recibimos. (Obras de John Owen, 1:415).
Estas observaciones son solo indicios de lo que está por venir. Pero Owen recalca que estos momentos no son constantes en la vida terrenal cristiana. «A veces entra en nuestros corazones, por la Palabra y el Espíritu, un sentimiento de la gloria de Dios, que brilla en Cristo, y sacia nuestras almas con gozo inefable» (Obras, 1:293). Son momentos únicos y maravillosos, pero poco frecuentes.
El saber que estaremos en una fiesta eterna llena de gozo, nos permite gloriarnos en el presente, como explica Romanos 5:2. En Cristo, podemos probar las primicias del gozo eterno. «Así como antes de salir el sol hay unos rayos que lo preceden; así el gozo del Espíritu Santo no es más que un precursor de la luz del día de gloria, y del sol de felicidad que surgirá sobre nosotros en otro mundo». (Manton, Obras, 13:331).
Gozo eterno
Por ahora, disfrutamos con gratitud el gozo presente (gozo temporal, por fe) mientras esperamos ansiosamente el gozo eterno (gozo infinito, por vista). Un día, este aperitivo de gozo espiritual dará paso al banquete de gozo y deleites que Dios pretende compartir con nosotros. Este es el final culminante del proyecto de gozo de Dios, el final inevitable de lo que quiere para nosotros.
Dios está haciendo todo por este futuro glorioso. Sus hijos ya no vivirán en el pasado, como extranjeros; llegarán a la patria a la que han estado viajando, para morar en la presencia de Dios, para vivir con todos los redimidos ante el Cordero, con vestiduras perfectas y puras como la de Cristo, sin mancha, ni impurezas, ni arrugas. El Salvador se regocijará al recibirnos, a los que ha amado desde antes del tiempo; aquellos por los que sufrió la vergüenza de la cruz. Seremos bienvenidos para disfrutar plenamente de su amor, y esto nos llevará a un gozo que nunca terminará ni se desvanecerá. Esa es nuestra esperanza.
Si sentimos duda, es suficiente recordar la sangre derramada de Cristo como prueba. En el futuro Cristo nos dará abundante gozo, y nos llevará y presentará ante el Padre, quien nos escogió. Contemplaremos la gloria de Dios y disfrutaremos la dulzura del gozo eterno que deseamos. Nuestros anhelos pecaminosos finalmente se desvanecerán. Nuestros ídolos, nuestro orgullo y desesperación, nuestras falsas esperanzas e inseguridades, nuestros pecados, todas estas cargas serán quemadas como paja en una hoguera. Las lágrimas, el arrepentimiento y la muerte desaparecerán; el sufrimiento se convertirá en cenizas. Seremos completamente libres para disfrutar juntos la gloria de Dios.
Si amas a Cristo, cree firmemente esta promesa. Eres amado. Cuando Dios te escoge, es como recibir una póliza de seguro divino de gozo, sellada por la sangre de Cristo. Las pruebas y dolores de la vida no la afectan de ninguna manera, y afirma tu derecho al gozo eterno. (Ro 8:28). No tengas miedo. Confía en que nada puede interponerse ante tu fe en Cristo.
Tony Reinke es el escritor principal de Desiring God y autor de Competing Spectacles (2019), 12 Ways Your Phone Is Changing You (2017), John Newton on the Christian Life (2015), y Lit! A Christian Guide to Reading Books (2011). Es el anfitrión del podcast Ask Pastor John y vive en el Phoenix con su esposa y tres hijos.