Nosotros, los calvinistas, podemos ser un grupo de hermanos excéntricos, diferentes en muchos aspectos, y no siempre nos llevamos bien. Pero juntos celebramos cinco de las verdades teológicas más increíblemente profundas, que nos unen, acerca de cómo Dios salva a los pecadores, generalmente resumidas en el acrónimo TULIP [tulipán en inglés]:
T — Total Depravity (Depravación total)
U — Unconditional Election (Elección incondicional)
L — Limited Atonement (Expiación limitada)
I — Irresistible Grace (Gracia irresistible)
P — Perseverance of the Saints (Perseverancia de los santos).
Cada punto merece ser discutido ampliamente para difundir la riqueza de la evidencia bíblica. Pero aquí simplemente quiero conectar el TULIP con el gozo de la vida cristiana. Para ello, me basaré en Greg Forster y su libro The Joy of Calvinism: Knowing God’s Personal, Unconditional, Irresistible, Unbreakable Love (El gozo del calvinismo: Conocer el amor personal, incondicional, irresistible e inquebrantable de Dios).
Escogí a Forster no porque su libro sea erróneo, sino porque este es representativo de los límites de la mayoría de los calvinistas a la hora de explorar la conexión entre la doctrina verdadera y el gozo profundo.
El libro de Forster es una descripción encomiable de por qué el calvinismo es importante y cómo debería influir en todos los ámbitos de nuestra vida. El gozo es fundamental para la obediencia cristiana (comp. Fil 3:1; 4:4; 1 Ts 5:16), y Forster lo entiende bien.
Pero saltar demasiado rápido a estos mandatos apostólicos impide el importante trabajo de profundizar en los sólidos fundamentos teológicos indicativos que sostienen el peso del alto llamamiento de los imperativos del gozo. El calvinismo es especialmente adecuado para este trabajo.
Firme certeza
El tema llega a su punto álgido al final del libro de Forster. Los sentimientos entran de lleno en la discusión, y Forster introduce su frase clave: «El gozo es la firme certeza de que Dios tiene el control». Esta definición dogmática del gozo que surge del calvinismo se repite cuatro veces en la conclusión del libro y sirve como crescendo repetido de todo el proyecto.
Cuando llegamos al final del libro, leemos esta declaración culminante: «En el cielo tendremos el pleno gozo de Dios por la misma razón por la que le glorificaremos plenamente: porque sabremos plenamente que él tiene el control, siempre lo tuvo y siempre lo tendrá. Solo a través de esa verdad podremos depositar toda nuestra confianza, toda nuestra esperanza y todo nuestro amor en Dios sin reservas; y solo a través de esa verdad podremos recibir el pleno gozo de Dios» (p. 154).
La premisa de Forster para el gozo del calvinismo no es complicada: «El gozo es la firme certeza» y el «pleno conocimiento» del poder soberano de Dios. Dios está en completo control soberano de nuestras vidas, y al saber esto, «[recibimos] el pleno gozo de Dios». El gozo eterno, pues, es una confianza eterna e inamovible en Dios. Este es el corazón del gozo soberano, según Forster.
El subtítulo del libro ha señalado esta conclusión todo el tiempo: El gozo del calvinismo: Conocer el amor personal, incondicional, irresistible e inquebrantable de Dios.
Raíces más profundas
Sí, hay gozo en descubrir la soberanía de Dios, en conocerla y en adquirir una nueva confianza en él. No deberíamos tener ningún reparo en ello. Pero el libro no puede terminar ahí. Terminar en este punto es quedarse corto en cuanto al verdadero gozo del calvinismo.
Ser salvo es entrar en el nuevo pacto, a través de la sangre sacrificial de Cristo. Y entrar en el nuevo pacto es ser introducidos —por la iniciativa soberana de Dios— en la presencia de nuevas alegrías divinas, la mismísima felicidad de Dios. Dios es intrínsecamente «bendito» o, mejor dicho, está intrínsecamente lleno de gozo. El gozo es el resplandor de la gloria de Dios (1 Ti 1:11).
También sabemos que la promesa de Dios de irrumpir en la depravación humana, redimir al mundo y liberar a los pecadores de su esclavitud pecaminosa no se basó (ni puede hacerlo) en la iniciativa de los pecadores (Ez. 11:19; 36:26).
En cambio, la promesa de Dios se fundamenta en la sangre de su propio Hijo. La sangre de Cristo inauguró un nuevo pacto (Mt. 26:28). No se puede entender la obra de Cristo en el nuevo pacto sin ver lo estrechamente ligado que está el don del gozo a esta nueva obra de Dios (comp. Jeremías 31:12-14, en el contexto del nuevo pacto de Jeremías 31:31-40; también Joel 3:18 y Hebreos 12:22-24).
Cristo compró el gozo de los elegidos. El costo fue su sangre.
¿De dónde viene el gozo?
Gracias a este maravilloso logro de nuestro Salvador, los calvinistas podemos hacer declaraciones audaces como estas:
- «Jesucristo crea, confirma y compra con su sangre el nuevo pacto y el gozo eterno de nuestra relación con Dios» (John Piper).
- «Eso es lo que Cristo nos compró cuando murió y derramó la sangre del nuevo pacto. Nos compró el don del gozo en Dios» (John Piper).
- «Cristo nos compró el gozo y el consuelo espiritual, que consiste en participar de la alegría y la felicidad de Dios» (Jonathan Edwards).
Pero no solo el gozo es la compra expresa de la sangre de Cristo en el nuevo pacto, sino que dentro de este nuevo pacto, la presencia del Espíritu Santo en la vida de los hijos de Dios se identifica en las Escrituras con la presencia del gozo de Dios. Donde está el Espíritu del Señor, hay gozo (comp. Lc 10:21; Hch 13:52; Ro 14:17; Gá 5:22; 1 Ts 1:6).
En el fondo, el gozo del calvinismo es un gozo comprado por Cristo y surge del Espíritu siempre presente en nosotros.
El proyecto gozo
Por eso me parece más convincente explicar el gozo del calvinismo no sobre la base de la convicción cognitiva o la obediencia diaria, sino como una iniciativa soberana de Dios. Este pensamiento se desarrolló en la estructura de mi libro The Joy Project (El proyecto gozo).
En él, planteo que el gozo del calvinismo no es un gozo que ronda la periferia de la vida cristiana, esperando a que comprendamos intelectualmente que Dios tiene el control absoluto de todo lo que nos rodea (y de lo que hay en nosotros). No, el «proyecto gozo» de Dios es mucho más profundo que la emoción de descubrir su soberanía.
En palabras de Spurgeon: «Todos los dones de la gracia soberana están destinados a darnos gozo». Sí, los dones de la gracia soberana son en sí mismos los conductores esenciales de nuestro gozo.
¡Dios actúa para darnos su felicidad! Por su propia iniciativa, por su propia inventiva y por su propio diseño, desplegados en Cristo, Dios ha orquestado soberanamente —desde el principio de los tiempos— nuestro gozo profundo y duradero.
Nada menos que nuestro Dios trino —Padre, Hijo y Espíritu Santo— actuó para llenarnos de su propia felicidad. Aquí, y solo aquí, llegamos a la base del gozo del calvinista.
El gozo del calvinismo
Así que, por supuesto, sí, descubre la soberanía de Dios y regocíjate en el hecho de que Dios tiene el control del universo, reina sobre todo el mal y conduce el curso de nuestras vidas. Comprende esta verdad a la luz de la Biblia. Apóyate en esta verdad con el gozo de la fe.
Pero, sobre todo, debemos ver que el Padre nos eligió para que tuviéramos gozo, el Hijo nos compró el gozo, y el Espíritu Santo es ahora la presencia divina del gozo en nosotros, aplicando ese gozo a nuestros corazones ahora y siempre.
Dicho de otro modo, Dios asegura nuestro gozo desde dos direcciones. El gozo sale de nuestro corazón porque Dios lo ha puesto primero allí. El gozo que Dios compró es nuestro gozo. Puede parecer redundante al principio, pero una magnífica forma de decirlo, como lo hace Piper, es esta: «El gozo comprado por la sangre de Cristo sostendrá mi gozo». Así es exactamente como los calvinistas debemos hablar de la felicidad.
Forster demuestra haber alcanzado un nivel de conciencia teológica que podemos desear que todos los calvinistas alcancen algún día cuando escribe: «El verdadero calvinismo es puro gozo» (p. 15). ¡Amén! Creo que tiene más razón de la que se imagina.
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Tony Reinke es el escritor principal de Desiring God y autor de Competing Spectacles (2019), 12 Ways Your Phone Is Changing You (2017), John Newton on the Christian Life (2015), y Lit! A Christian Guide to Reading Books (2011). Es el anfitrión del podcast Ask Pastor John y vive en el Phoenix con su esposa y tres hijos.