Vivamos confiados del poder de Dios.

La omnipotencia de Dios es nuestro refugio
eterno e inamovible en la gloria eterna de
Dios, sin importar lo que suceda en esta
tierra. Y esa confianza es el poder que permite
una obediencia radical al llamado de Dios.

¿Hay algo más liberador, más emocionante, más
fortalecedor que la verdad de que el Dios
Todopoderoso es nuestro refugio en cada una de
nuestras experiencias de vida —ordinarias y
extraordinarias— todos y cada uno de los días?

Si creyéramos esto, si en verdad dejáramos que
la verdad acerca de la omnipotencia de Dios se
apoderara de nosotros, ¡cuán notoria sería la
diferencia que produciría en nuestra vida
personal y en nuestro ministerio!
¡Cuán humildes y poderosos nos volveríamos para
los propósitos de salvación de Dios!

La omnipotencia de Dios es un refugio para el
pueblo de Dios. Y cuando en verdad creemos que
nuestro refugio es la omnipotencia del Dios
Todopoderoso, hay un gozo y una libertad y un
poder que se desborda en una vida de obediencia
radical a Cristo Jesús.

La omnipotencia de Dios implica reverencia,
recompensa y refugio para el pueblo de su pacto.

Los invito a aceptar los términos del pacto de
la gracia: apártense del pecado y confíen en el
Señor Jesucristo, y la omnipotencia del Dios
Todopoderoso será la reverencia de su alma, la
recompensa de sus adversarios, y el refugio de
su vida para siempre.

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