Una luna de miel sin final

Cuando Dios bendice a su pueblo, no lo hace como
un juez reacio que es amable con un criminal al
que halla despreciable (aunque haya algo de
verdad en esa analogía); lo hace como un esposo
que demuestra afecto a su esposa.

A veces decimos bromeando acerca del matrimonio:
«Se acabó la luna de miel». Pero eso es porque
somos finitos. No podemos mantener el grado de
intensidad y afecto de una luna de miel.
Sin embargo, Dios dice que el deleite que él
tiene en su pueblo es como el de un esposo con
su esposa.

Al decir eso, está hablando de la intensidad,
el placer, la energía, la emoción, el entusiasmo
y el deleite de una luna de miel. Él intenta
plasmar en nuestro corazón aquello a lo que se
refiere cuando dice que se regocija en nosotros
de todo corazón.

Además, con Dios la luna de miel no tiene fin.
Él es infinito en poder, sabiduría, creatividad
y amor, y se encargará de volvernos más y más
hermosos para siempre. Él es infinitamente
creativo en pensar en cosas nuevas para que
hagamos con él, de manera que no haya
aburrimiento por el próximo trillón de milenios.

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