Temor y esperanza en el celo de Dios

Dios es infinitamente celoso por el honor de
su nombre, y responde con una ira terrible
contra aquellos cuyos corazones deberían
pertenecerle pero van en pos de otras cosas.

Por ejemplo, en Ezequiel 16:38-40, Dios le
dice a una Israel infiel:

«Te juzgaré como son juzgadas las adúlteras
y las que derraman sangre, y traeré sobre ti
sangre de furor y de celos. También te
entregaré en manos de tus amantes y ellos
derribarán tus santuarios, destruirán tus
lugares altos, te despojarán de tus vestidos,
te quitarán tus bellas joyas y te dejarán
desnuda y descubierta. Incitarán contra ti
una multitud, y te apedrearán y te harán
pedazos con sus espadas».

Le insto a que preste atención a esta
advertencia. El celo de Dios por el amor
absoluto y devoción de sus hijos siempre
tendrá la última palabra. Cualquier cosa que
desvíe sus afectos de Dios con un atractivo
engañoso, se volverá en contra de usted para
despojarlo de todo y despedazarlo.

Es algo horrendo usar la vida que Dios le dio
para cometer adulterio contra el Todopoderoso.

Sin embargo, para aquellos de ustedes que en
verdad han sido unidos a Cristo, que cumplen
sus votos y renuncian a todo, quienes son
fieles únicamente a él, y viven para honrarlo,
el celo de Dios es un gran consuelo y una gran
esperanza.

Ya que Dios tiene un celo infinito por honor
a su nombre, cualquiera que amenace el
bienestar de su fiel esposa se confrontará con
su omnipotencia divina.

El celo de Dios es un gran peligro para los que
asumen el rol de la ramera, venden su corazón
al mundo y cometen adulterio contra Dios.
Pero su celo es un gran consuelo para aquellos
que mantienen los votos del pacto y se convierten
en extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

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