Soberano y gozoso

Pierre Richer y Guillaume Chartier se convirtieron en los primeros misioneros protestantes en cruzar el Océano Atlántico y los primeros en pisar suelo americano. Llegaron a Brasil en 1557. Desde el momento en que Calvino ofreció su bendición sobre el equipo en Francia y los comisionó al «Nuevo Mundo», las misiones y el calvinismo se hicieron inseparables.

Pero la rica historia de los misioneros calvinistas a lo largo de los siglos no ha silenciado el viejo tema que estoy seguro han escuchado de alguna forma: cuanta más soberanía le atribuyes a Dios en la salvación de las almas, menos apremiante suena el llamado a llevar el evangelio a los rincones del mundo (mucho menos necesidad de compartir el evangelio con nuestra hermana o compañero de trabajo). Podemos pensar que si Dios es soberano sobre quién viene a la fe, nosotros podemos hacernos a un lado como espectadores irrelevantes en el teatro de la obra salvadora de Dios en el mundo. Se no dice que la soberanía de Dios amenaza el evangelismo apremiante.

Pero la verdad siempre es más hermosa. Aquí, en desiringGod.org, nos deleitamos en la soberanía de Dios, así como celebramos las misiones y el evangelismo. De hecho, celebramos y promovemos las misiones y el evangelismo precisamente porque nos deleitamos en la soberanía de Dios. No estamos tratando de mantener juntos dos imanes que se repelen el uno al otro, defendemos dos afirmaciones que ya están unidas por el gozo de Jesús.

Una alegría abrumadora

Durante su ministerio terrenal, Jesús fue una vez abrumado por la alegría de la bondad soberana de su Padre, por esconder el glorioso evangelio de los religiosos arrogantes, y por despertar la fe en la vida de los simples pecadores.

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar (Mt. 11:25-27).

La misión de Jesús es revelar su propia gloria a los pecadores, que es también conocer al Padre. Esta es siempre una revelación divina. Una vez que Jesús observa el plan de redención soberana desarrollándose en tiempo real, su corazón se llena de alabanzas hacia su Padre.

La soberanía de Dios sobre la salvación de cualquier pecador es una verdad gloriosa que debería impulsar todos nuestros corazones al gozo divino. Y con ese gozo en nuestro Dios soberano, ¿qué hacemos?

Una oferta gloriosa

Al mismo tiempo, la atención de Cristo se vuelve de un deleite divino a un glorioso llamado:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mt. 11:28-30).

Jesús inmediatamente ofrece la buena noticia de ser liberado de la esclavitud del pecado.

En otras palabras, la respuesta adecuada al contemplar la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores es la oferta abierta del evangelio a todos los pecadores. El gozo de Jesús en la soberanía de Dios debe ser «ventilado», dijo el puritano Thomas Boston, quien declaró: «Como la plenitud alojada en el Mediador tiene un desahogo en su corazón, así busca difundirse en las almas de los pecadores necesitados» (Obras, 9:171).

O en las palabras de Jonathan Edwards: «La santa alegría del espíritu de Cristo en la consideración de la gracia soberana del Padre, y el poder que le había dado como Mediador, impulsa naturalmente los ejercicios de gracia y amor en su corazón, que expresa en esta graciosa invitación» (sermón 178).

La misión y el gozo de Jesús

Cuando Jesús contempla la obra soberana del Padre que se despliega en la historia (al cegar los ojos orgullosos para que no vean la gloria de Cristo, y al abrir los ojos humildes de los pecadores para contemplar la inconmensurable gloria y belleza de su Hijo), Cristo se emociona con el gozo divino, y ese gozo divino se expresa en la adoración al Padre, descargándose en un llamado general para que todos los pecadores, en todas partes, acudan a él para la verdadera satisfacción del alma que no pueden encontrar en ningún otro lugar.

Esto parece ser una motivación apropiada para nuestro ministerio del evangelio de principio a fin. Mi deleite personal en la soberanía de Dios, y mi asombro de que me salvara, debería obrar en mí un gozo tan poderoso que no pueda ser callado y silenciado, sino que debe escapar como un llamado general a todos los pecadores en todas partes para que se arrepientan y se vuelvan de sus pecados a Cristo.

En otras palabras, el llamado general no es una amenaza a la soberanía de Dios, y el gozo de la soberanía de Dios no es una meditación cerrada en el estudio del calvinista. Los dos convergen cuando vemos cómo el poder de Dios para lograr cualquier cosa alimenta el alma de sus hijos renacidos, dándoles un deleite que se expresará en un corazón rebosante, dispuesto a abrir de par en par las puertas para todos los que quieran venir a los brazos de nuestro soberano Salvador.

Los afectos de Cristo se unen a la teología reformada y al deseo de llegar al fin del mundo conocido con buenas noticias.

Tony Reinke

Tony Reinke

Tony Reinke es el escritor principal de Desiring God y autor de Competing Spectacles (2019), 12 Ways Your Phone Is Changing You (2017), John Newton on the Christian Life (2015), y Lit! A Christian Guide to Reading Books (2011). Es el anfitrión del podcast Ask Pastor John y vive en el Phoenix con su esposa y tres hijos.