Este pasaje señala el hecho de que creer
en Jesús es alimentarse y beber de todo
lo que Jesús es. Abarca tanto como decir
que la sed de nuestra alma se satisface
con Jesús, de manera que no tenemos más sed.
Él es el fin de nuestra búsqueda de
satisfacción.
Cuando confiamos en Jesús de la manera en que
Juan quiere que lo hagamos, la presencia y
la promesa de Jesús nos satisfacen tanto que
ya no estamos dominados por la atracción de
los placeres del pecado (ver Romanos 6:14).
Esto explica por qué ese tipo de fe en Jesús
anula el poder del pecado y hace posible la
obediencia.
Juan 4:14 señala en la misma dirección:
«pero el que beba del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le
daré se convertirá en él en una fuente de agua
que brota para vida eterna». De acuerdo con Juan
6:35, la fe que salva de la que se habla acá es
como beber del agua que satisface los deseos
más profundos del alma.
Ocurre lo mismo en Juan 7:37-38: «Jesús, puesto
en pie, exclamó en alta voz, diciendo: «Si alguno
tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en
mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más
profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’».
A través de la fe, Cristo se convierte en una
fuente inagotable de vida dentro de nosotros que
nos satisface para siempre y que nos guía al cielo.
Esto lo hace enviándonos su Espíritu (Juan 7:38-39).
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