He aquí unas notas para los jóvenes, y a veces no tan jóvenes, que desean dar el paso voluntario más importante de sus vidas, después de la conversión; pero también están destinadas a los padres que tienen que ayudar y guiar a sus hijos a tomar las decisiones correctas.
El matrimonio tiene su origen en el origen de todo (Génesis 2:24), es la voluntad de Dios, es la ruptura de un lazo familiar para iniciar otro, se pasa de ser dos a ser uno. Es la ilustración más completa del amor de Cristo por su pueblo (Efesios 5:22-33), es parte del mandato para administrar bien la obra de Dios (Génesis 1:28).
Si tu principal deber como persona y como creyente es glorificar a Dios (1 Corintios 6:20), pregúntate entonces: (1) ¿Cómo lo harás mejor, casado o soltero? Y (2) ¿Dónde se acomodan mejor tus dones?
Es fácil dejarse llevar por la presión social y pensar que lo importante es ser feliz y que buscar la felicidad por medio de ese matrimonio, con esa persona en la que has puesto tu corazón, es lo mejor que te puede ocurrir, pero no es así para el cristiano. Tu felicidad empieza, pasa y termina en Dios (Mateo 6:25-34) y todo lo que hagas para y por él repercutirá en tu felicidad: «Bienaventurado, feliz el que…» dice el Señor (Mateo 5:3ss.), pero no hay nada de matrimonio.
¿Tienes el don? (1 Corintios 7:7) ¿Qué te hará tener más cuidado de las cosas del Señor y de agradarle (1 Corintios 7:32)?
Como creyente has recibido unos dones del Señor (1 Corintios 12:1ss; Efesios 4:7ss) para tu edificación como siervo del Señor y la edificación de la iglesia de la que eres miembro (Efesios 4:15-16). ¿Dónde se desarrollarán y cómo ejercerás mejor esos dones, casado o soltero? Tu matrimonio o soltería, ¿será un acicate o un obstáculo?
¿Compartís la misma fe?
No ya si es creyente, pues si no lo es no deberías ni aun plantearte la posibilidad del matrimonio, de una relación de por vida (1 Corintios 9:5; 2 Corintios 6:14), sino si enfatizáis las mismas doctrinas, si compartís los mismos objetivos, el mismo compromiso con la fe, la iglesia, etc. «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Amós 3:3).
¿Tiene el otro doctrinas radicales, fuertes, que chocan con las tuyas? Por ejemplo, el bautismo, la inspiración de las Escrituras, el lugar de la mujer en la iglesia… ¿Qué pasará con el bautismo de tus futuros hijos o de la aplicación y obediencia de principios bíblicos o de tu parte en la iglesia local? Los ejemplos se pueden multiplicar y por tanto, las tensiones y dificultades también.
Esas ideas, doctrinas o énfasis particulares, ¿facilitan o dificultan tu vida cristiana, tu servicio al Señor, tu desarrollo como persona? Sé honesto contigo mismo en tus respuestas y sé valiente al tomar la decisión que creas adecuada.
¿Estás lo suficientemente enamorado/a de él/ella?
La atracción mutua es un factor esencial. Cuando Pablo habla de quemarse (1 Corintios 7:9) se refiere o implica un deseo por la otra persona que es irrefrenable.
Pero cuidado que el enamoramiento cristiano no es una atracción física únicamente, una búsqueda del bien social o económico que el otro ofrezca o el intento de escapar o librarte de una situación emocional. La lista podría ser más larga.
Ni siquiera el enamoramiento es en primer lugar el deseo de satisfacer tu placer o necesidad de tu felicidad. Casarte por amor es el deseo de querer complacer al otro, es amor sacrificial (1 Corintios 13:4-8). Buscar la felicidad haciendo feliz al otro (1 Corintios 7:3-4; Efesios 5:25ss.).
¿Por qué este amor es tan fácil de entender de una madre hacia su hijo y no entre dos adultos?
¿La persona en la que has puesto tu corazón te ayudará a desarrollarte como persona y como creyente? ¿O, por el contrario, te implicará extra esfuerzo en corregirla o cambiarla?
Al ser el matrimonio una relación, un pacto de por vida (Mateo 19:6, leer del 3 al12) no se puede dar el paso teniendo solo en vista un corto periodo de tiempo, sino años (formar hogar, criar hijos, jubilación, etc.). El matrimonio no es un fin, es un medio para alcanzar grandes objetivos, para ti, para otros y para la gloria de Dios.
¿Será esa persona y serás tú ayuda idónea (Génesis 2:18) o una carga para el resto de tu vida?
Analiza con cuidado las metas, propósitos para tu vida.
¿Queréis ambos tener hijos, cuándo, cuántos? ¿Quieres una vida tranquila, estable, o buscas riesgo y aventura? ¿Deseas ser misionero, servir al Señor de manera muy directa y con la mayor implicación posible (la mies es mucha y los obreros pocos, y hay que orar por ellos [Mateo 9:37-38]) o te conformas con ser un miembro más de tu iglesia local comprometido, eso sí, con las demandas concretas de la semana?
Compartir el mismo gusto o placer por la música, lectura, lugares, experiencias.
Seguramente estaréis de acuerdo en que hay que redimir (administrar y usar) bien el tiempo (Efesios 5:16; Colosenses 4:5), que es corto, tanto en el día, como el de un año o el de toda una vida (Génesis 47:9; Job 14:1), pero el problema es estar de acuerdo en cómo hacerlo. Para uno puede ser una pérdida leer tanto y para el otro, el hacer tanto deporte; visitar lugares históricos puede edificarte a ti, pero al otro cónyuge, conversar. El día, ¿comienza a las 6 de la mañana y termina a las 10 de la noche o, a las 9 de la mañana hasta la 1 de la madrugada?
Todo lo que se deba hacer juntos hay que hacerlo sin excusas, y lo que se pueda hacer juntos también, si es que no hay una fuerte razón.
La familia de origen (el asunto de padres-suegros) es muy importante, sobre todo cuando uno está muy vinculado, es muy dependiente y el otro es todo lo contrario. ¿Estarás dispuesto a la influencia afectiva de tu suegra o financiera de tu suegro? Quizá te estás convirtiendo en parte de su familia o quieres que sea él/ella parte de la tuya. La Escritura demanda romper con una antes de formar otra (Génesis 2:24), ¿lo entendéis esto por igual?
Dominio mutuo de las pasiones.
Hombres y mujeres son muy distintos tanto en la sexualidad como en la afectividad o emociones. Él tiene que respetarte cuando tú dices «no», antes del matrimonio por su puesto, pero también en ciertas ocasiones después,; pero ella tiene que buscar el momento para decir sí. A la inversa también es necesario, claro.
Debes ser consciente de los defectos y limitaciones de tu futura pareja y de los tuyos.
Por supuesto, no hay tolerancia o permisibilidad al pecado, pero sabemos que no hay nadie perfecto o sin pecado, que es lo mismo (Romanos 3:12).
La naturaleza pecaminosa y caída nos hace cometer errores, no alcanzar o pasarnos de lo que es razonable o adecuado.
Debes estar dispuesto a ser paciente y comprensivo con el otro y no tanto contigo mismo. No busques excusas para tus debilidades.
Hablad de los problemas, la comunicación es el esqueleto de toda relación sana.
Debéis estar también dispuestos a buscar y solucionar los conflictos, aunque duela.
Independencia de otros sí, pero sin ruptura.
Ya antes hemos dicho que hay que dejar padre y madre para unirte en matrimonio, pero eso no está en contra de nuestras responsabilidades con ellos.
Esto mismo debe ser aplicable a la iglesia local, a los amigos, etc. Si él o ella te exige o espera más y más separación, aislamiento, es una señal muy peligrosa. Si te ama de verdad ese amor no correrá riesgo con otros; al contrario, se desarrollará y fortalecerá.
¿Qué opinan las personas de tu confianza de esa relación?
Debes saber que tu corazón es engañoso (Jeremías 17:9), es decir, que los sentimientos y señales que te manda pueden estar confusos, que te impidan ver de manera completa, y esa parcialidad mostrarte solo lo aparente y no lo real o interno (Proverbios 28:26).
Tu familia, amigos y hermanos en la fe te aprecian, quieren lo mejor para ti y al ver la situación desde fuera, con otra perspectiva, te pueden mostrar la realidad con más precisión. Escúchales, déjate aconsejar por ellos.
Haz caso de avisos constructivos, de las advertencias serias. Busca a personas con experiencia, mejor es llorar con sabios que reír con necios (Eclesiastés 7:5).
El matrimonio es una de las decisiones más importantes de tu vida, por lo tanto, ora, busca todo consejo necesario y piensa antes de dar el paso definitivo.
Nota: Publicado por Editorial Peregrino en la revista Nueva Reforma (n. 113).
Luis Cano Gutiérrez, hijo de poeta y modista, fue rescatado por la gracia de Dios a los 18 años. Estudió en el Colegio Bíblico de la Misión Evangélica Europea (EMF) en Inglaterra, para posteriormente pasar a formar parte de dicha misión desde 1985. La Iglesia Cristiana Evangélica de Ciudad Real les envió como obreros a Cuenca, donde trabajaron durante 20 años en el establecimiento de una iglesia, para posteriormente retornar a Ciudad Real, donde lleva 10 años como pastor en su iglesia de origen. Casado con Pilar, y tiene dos hijas, y una nieta.