Probemos el plato principal

A aquellos que dicen que nunca han probado la
gloria de Dios, les digo: han probado muchos
de sus aperitivos.

¿Alguna vez han mirado hacia el cielo?
¿Han recibido un abrazo? ¿Se han sentado frente
a un fuego cálido? ¿Han caminado por un bosque,
se han sentado junto a un lago, o se han mecido
en una hamaca en verano? ¿Han probado su bebida
favorita en un día de calor o han comido algo
sabroso?

Todo deseo es un incentivo, ya sea devoto o
distorsionado, para poner la mira en la gloria
del cielo.
Si dicen que no han probado la gloria de Dios,
yo les digo que sí han probado los aperitivos.
Ahora sigamos con el plato principal.

Han visto las sombras; ahora miremos la
sustancia. Han caminado bajo los cálidos rayos
de luz del día; ahora levantemos la cabeza y
miremos al mismo sol. Han oído los ecos de la
gloria de Dios por doquier; ahora sintonicemos
nuestro corazón con la melodía original.

El mejor lugar donde podemos sintonizar nuestro
corazón es la cruz de Jesucristo. «Vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).

Si queremos contemplar la muestra más
concentrada de la gloria de Dios, miremos a
Jesús en los Evangelios, y especialmente en la
cruz. Esto nos hará enfocar la mirada, sintonizar
el corazón y despertar las papilas gustativas
para poder ver y oír y saborear la gloria del
Dios verdadero en todas partes.

Esa es la razón para la que fuimos creados. Les
suplico: no desperdicien su vida. Dios nos creó
para que conozcamos su gloria. Busquémosla de
todo corazón y por sobre todas las cosas.

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