Planificar para orar

La oración busca el gozo en la comunión con
Jesús y en el poder para compartir la vida
de Cristo con los demás.

La oración también busca la gloria de Dios,
considerándolo una fuente con reservas
inagotables de esperanza y ayuda. Es en la
oración donde reconocemos nuestra pobreza y
la prosperidad de Dios, nuestra bancarrota
y su riqueza, nuestra miseria y su
misericordia.

Por lo tanto, la oración exalta y glorifica
a Dios en gran manera, precisamente porque
busca todo aquello que anhelamos en él, y
no en nosotros mismos. «Pedid y se os dará…
para que el Padre sea glorificado en el Hijo
y… para que vuestro gozo sea completo».
A menos que esté muy equivocado, una de las
razones principales por las que muchos de
los hijos de Dios no tienen una vida de
oración significativa no es que no quieran
tenerla, sino que no hacen planes para
tenerla.

Si usted deseara tomarse unas vacaciones de
cuatro semanas, no se levantaría un día de
verano y simplemente diría: «¡Hoy me voy de
vacaciones!». No tendría nada listo, ni
sabría adónde ir, porque no habría
planificado nada.

No obstante, así es como muchos de nosotros
tratamos la oración. Nos levantamos día tras
día con la conciencia de que en nuestra
vida debería haber un tiempo de oración
considerable, pero jamás tenemos nada listo.

No sabemos adónde ir, porque no hemos
planificado nada: no hay un tiempo, ni un
lugar, ni un modo de proceder determinado.
Y todos sabemos que lo opuesto a la
planificación no resulta en un maravilloso
fluir de experiencias profundas y
espontáneas en oración. Lo opuesto a la
planificación es el estancamiento.

Si usted no planifica sus vacaciones, lo
más probable es que termine en casa
mirando televisión. La corriente natural
de una vida espiritual no planificada se
hunde en el más bajo nivel de vitalidad.
Hay una carrera que correr y una lucha que
pelear. Si lo que usted desea es renovar
su vida de oración, debe planificar para
verla surgir.

Por eso, mi simple exhortación es la
siguiente: tómese el tiempo hoy mismo para
replantear sus prioridades y el modo en que
la oración se ajusta a ellas. Tome nuevas
resoluciones. Intente embarcarse en una
nueva aventura con Dios. Fije el tiempo y
el lugar. Elija un pasaje de las Escrituras
que lo guíe.

No permita que la presión de los días de
mucho trabajo lo tiranice. Todos necesitamos
hacer correcciones en la mitad del camino.
Haga de este día un regreso a la oración,
para la gloria de Dios y para la plenitud
de su propio gozo.

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