Oro, incienso y mirra

Dios no es servido por manos humanas, como
si necesitara algo (Hechos 17:25). Los
regalos de los magos no fueron una forma de
ayuda ni de tratar de suplir sus necesidades.
Sería deshonroso para un monarca que
vinieran visitantes extranjeros con
provisiones de la realeza.

Tampoco fueron a modo de soborno.
Deuteronomio 10:17 dice que Dios no toma
cohecho. Entonces, ¿cuál fue la intención?
¿Cómo se supone que estos regalos fueran una
forma de adoración?

Los regalos son intensificadores de deseo por
la misma persona de Cristo, al igual que el
ayuno. Cuando le ofrecemos a Cristo esa clase
de regalo, lo que queremos decir es esto:
«El gozo que busco (como en Mateo 2:10) no se
basa en la esperanza de hacerme rico con las
cosas que puedas darme. No vengo a ti en busca
de regalos, sino en busca de ti mismo.
Y ahora intensifico y demuestro este deseo
entregándote cosas, con la esperanza de
regocijarme más en ti y no en estas cosas.
Al darte algo que no necesitas, y que quizás yo
podría disfrutar, lo que intento decir de todo
corazón y de un modo genuino es que mi tesoro
eres tú, y no lo que te ofrezco».

Creo que ese es el significado de la adoración
a Dios por medio de los obsequios de oro,
incienso y mirra.

Que Dios nos revele la verdad de este pasaje y
despierte en nosotros un deseo por Cristo mismo.
Que podamos decir de corazón: «Señor Jesús, tú
eres el Mesías, el Rey de Israel. Todas las
naciones vendrán y doblarán sus rodillas delante
de ti. Dios dirige el mundo para que vean que
eres adorado. Por lo tanto, cualquiera sea la
oposición con la que me enfrente, gozoso
atribuyo la autoridad y la dignidad a ti, y
traigo mis regalos para decir que solo tú puedes
satisfacer los deseos de mi corazón, y no estos
obsequios».

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