Literalmente, el verbo es simplemente «desfallecer»:
«mi carne y mi corazón pueden desfallecer». ¡Estoy
abatido! ¡Estoy desalentado! Pero inmediatamente
después el salmista acometió contra su abatimiento:
«pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi
porción para siempre».
El salmista no cede. Batalla contra la incredulidad
con un contraataque.
En esencia, dice: «Por dentro me siento muy débil,
impotente e incapaz de sobrellevar esta situación.
Mi cuerpo recibió el disparo y mi corazón está casi
muerto. Pero cualquiera sea la razón para este
desaliento, no cederé; confiaré en Dios y no en
mí mismo. Él es mi fuerza y mi porción».
La Biblia está repleta de instancias de santos que
luchan con ánimos decaídos. Salmos 19:7 dice:
«La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma».
Ese es un claro reconocimiento de que el alma del
santo a veces necesita ser reavivada; y si necesita
ser reavivada, es porque estuvo «muerta», en un
sentido.
David dice lo mismo en Salmos 23:2-3: «junto a
aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma».
El alma del hombre conforme al corazón de Dios
(1 Samuel 13:14) necesitaba ser restaurada.
Se estaba muriendo de sed y estaba lista para caer
exhausta, pero Dios dirigió el alma al agua y le
dio vida otra vez.
Dios ha puesto estos testimonios en la Biblia para
que los usemos para pelear contra la incredulidad
del desaliento.
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