Las ideas tienen consecuencias

Viktor Frankl fue un prisionero judío en los
campos de concentración nazi de Auschwitz y
Dachau durante la Segunda Guerra Mundial.
Como profesor de neurología y psiquiatría,
obtuvo renombre a nivel mundial por su libro
El hombre en busca de sentido, del que se
vendieron más de ocho millones de ejemplares.

En esa obra despliega la esencia de la
filosofía a la que llamó logoterapia —que
consiste en que la motivación humana más
primitiva es la de encontrarle sentido a la
vida—. En medio de los horrores de los campos
de concentración, pudo observar que el hombre
puede tolerar casi cualquier cómo que la vida
le presente si cuenta con la respuesta del
por qué. Pero la frase que más me impactó en
los últimos días es la siguiente:

Estoy absolutamente convencido de que las
cámaras de gas de Auschwitz, Treblinka y
Maidanek, en última instancia, no nacieron en
algún ministerio de Berlín, sino en los
escritorios y salas de conferencias de
científicos y filósofos nihilistas.
(«Victor Frankl a los noventa: entrevista», de
la revista First Things, Abril 1995, p. 41.)

En otras palabras, las ideas tienen
consecuencias: bendicen o destruyen.
El comportamiento de las personas —bueno o malo
—no surge de la nada. Surge de los puntos de
vista acerca de la realidad que en determinado
momento se vuelven predominantes, echan raíces
en la mente y dan a luz el bien o el mal.

Una de las formas en que la Biblia deja en
claro la verdad de que las ideas tienen
consecuencias prácticas se observa en frases
como: «Porque todo lo que fue escrito en
tiempos pasados… se escribió a fin de que…
tengamos esperanza» (Romanos 15:4). Las ideas
que las Escrituras nos presentan tienen la
consecuencia práctica de la esperanza.

Pablo lo repite en otra carta: «El propósito de
nuestra instrucción es el amor»
(1 Timoteo 1:5). La transmisión de las ideas
por medio de la «instrucción» produce amor.

La esperanza y el amor no surgen de la nada.
Emanan de las ideas —formas de percibir la
realidad— reveladas por las Escrituras.
Otra de las formas en que las Escrituras nos
muestran que las ideas tiene consecuencias es
mediante el uso de la frase por tanto y otras
variantes con el mismo significado (1039 veces
en la versión NASB, una traducción de la
Biblia al inglés).

Algunos ejemplos son:
«Por tanto, habiendo sido justificados por la
fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1);
«Por consiguiente, no hay ahora condenación
para los que están en Cristo Jesús»
(Romanos 8:1); «Por tanto, no os preocupéis
por el día de mañana» (Mateo 6:34).

Si queremos vivir en el poder de estos
grandiosos y prácticos por tanto, debemos
sujetarnos a las ideas formas de percibir la
realidad que los preceden y someternos a los
mandatos que conllevan.

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