La Palabra de Dios no es una nimiedad; es una
cuestión de vida o muerte. Si tratáramos las
Escrituras como palabras triviales o vacías,
esto nos costaría la vida.
Incluso la vida de nuestro cuerpo físico
depende de la Palabra de Dios, porque por su
Palabra fuimos creados
(Salmos 33:6; Hebreos 11:3) y él «sostiene
todas las cosas por la palabra de su poder»
(Hebreos 1:3).
Nuestra vida espiritual empieza por la Palabra
de Dios: «En el ejercicio de su voluntad, Él
nos hizo nacer por la palabra de verdad»
(Santiago 1:18); «Pues habéis nacido de nuevo…
mediante la palabra de Dios que vive y permanece»
(1 Pedro 1:23).
No solo empezamos a vivir por la Palabra de
Dios, sino que también seguimos viviendo por la
Palabra de Dios: «No solo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»
(Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3).
Nuestra vida física fue creada y sigue en pie por
la Palabra de Dios, y nuestra vida espiritual
surge y se sostiene por la Palabra de Dios.
¡Cuántas historias podríamos reunir que dieran
testimonio del poder que la Palabra de Dios tiene
para dar vida!
Sin lugar a dudas, la Biblia «no es una palabra
inútil» para nosotros: ¡es nuestra vida!
El fundamento de todo gozo es la vida. No hay nada
más básico que la pura existencia (nuestra creación
y la preservación de nuestra vida).
Todo esto se lo debemos al poder de la Palabra de
Dios. Por medio de este mismo poder, Dios habló en
las Escrituras, para la creación y el sustento de
nuestra vida espiritual. Por lo tanto, la Biblia
no es palabra inútil, sino la vida misma:
¡la llama que enciende nuestro gozo!
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