La ventana del corazón

Una de las capacidades más notables de la mente
humana es la capacidad de poner la atención en lo
que esta escoja. Podemos hacer una pausa e indicar
a nuestra mente: «Piensa en esto y no en aquello».
Podemos poner nuestra atención en una idea, una
imagen, un problema o una esperanza.

Es un poder increíble. Dudo que los animales lo
tengan. Probablemente no sean reflexivos sino que,
por el contrario, sean impulsivos e instintivos.

En la batalla contra el pecado, ¿hemos descuidado
esta poderosa arma de nuestro arsenal? La Biblia
nos llama una y otra vez a usar este magnífico
regalo. Vamos a sacarlo, pulirlo y ponerlo en uso.

Por ejemplo, Pablo dice en Romanos 8:5-6:
«Porque los que viven conforme a la carne, ponen
la mente en las cosas de la carne, pero los que
viven conforme al Espíritu, en las cosas del
Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es
muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es
vida y paz».

Es impresionante. Adonde pongamos la mente
determina si es cuestión de vida o de muerte.
Tengo la sensación de que muchos de nosotros nos
hemos vuelto muy pasivos en la búsqueda de la
integridad, el cambio y la paz. Tengo el sentir
de que, en esta época de las terapias, hemos
caído en la mentalidad de pasividad en la que
simplemente nos la pasamos «hablando de nuestros
problemas» o «lidiando con nuestros asuntos» o
«descubriendo que las raíces de la ruptura que
hay en nuestra vida se encuentran en nuestra
familia de procedencia».

Sin embargo, en el Nuevo Testamento veo un
enfoque hacia al cambio que es mucho más agresivo,
y no pasivo. Específicamente, fijar la mente:
«Poned la mira en las cosas de arriba, no en las
de la tierra» (Colosenses 3:2).

En gran parte, nuestras emociones se rigen por
lo que sometemos a reflexión —lo que está en
nuestra mente todo el tiempo—. Por ejemplo,
Jesús nos dijo que venciéramos la ansiedad
meditando: «Considerad los cuervos… Considerad los
lirios…» (Lucas 12:24,27).

La mente es la ventana del corazón. Si dejamos
que nuestra mente medite constantemente en la
oscuridad, el corazón se sentirá oscuro; pero si
abrimos la ventana de nuestra mente a la luz, el
corazón sentirá la luz.

Esta gran capacidad que tiene nuestra mente para
enfocarse y reflexionar es, por sobre todas las
cosas, para considerar a Jesús (Hebreos 12:3).

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