La gracia venidera es gracia «multiforme». Viene en
diferentes colores, formas y tamaños. Esa es una de
las razones por las que los dones espirituales en el
cuerpo son tan diversos. El prisma de la vida de
ustedes refractará uno de los colores de la gracia
que nunca saldrá de mi prisma.
Hay tantas gracias por venir como las hay necesidades
en el cuerpo de Cristo, y más aún. El propósito de
los dones espirituales es recibir y proporcionar la
gracia venidera de Dios para suplir esas necesidades.
Pero alguien podría preguntarse: «¿Por qué citar la
carta de Pedro para referirse a la gracia venidera?
¿Acaso no maneja un mayordomo una casa que ya tiene
en mano?».
La razón principal por la que cito a Pedro para
referirme a la gracia venidera es que el versículo
que sigue ilustra cómo ocurre esto, y se refiere al
suministro continuo de gracia venidera: «el que sirve,
que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en
todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo»
(1 Pedro 4:11).
Cuando utilicemos nuestros dones espirituales para
servir a alguien el día de mañana, estaremos sirviendo
«por la fortaleza que Dios da» mañana. La palabra es da,
no dio.
Dios continúa, día a día, momento a momento, supliendo
el «poder» en el cual ministramos.
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