La felicidad inconmovible de Dios

Nuestro Dios está en los cielos; Él hace
lo que le place (Salmos 115:3).

Esto quiere decir que Dios no está frustrado.
Se regocija en todas sus obras cuando las
contempla como colores del magnífico mosaico de
la historia de la redención. Su felicidad es
inconmovible.

Lo que lo hace feliz es el deleite que tiene en
sí mismo. Antes de la creación, Dios se
regocijaba en la imagen de su gloria reflejada
en la persona de su Hijo. Luego, el gozo de Dios
«se hizo público» en las obras de la creación y
de la redención.

Estas obras llenan de gozo el corazón de Dios
porque son un reflejo de su gloria. Todo lo que
él hace tiene el fin de preservar y manifestar
su gloria, porque es en ello que su alma se
regocija.

Todas las obras de Dios culminan en la alabanza
de su pueblo redimido. El clímax de su felicidad
es el deleite en los ecos de su excelencia
producidos por la alabanza de los santos. Esta
alabanza es la consumación de nuestro propio
gozo en Dios.

Por consiguiente, la búsqueda de Dios de nuestra
alabanza y nuestra búsqueda del gozo en Él son
la misma búsqueda. ¡Este es el maravilloso
evangelio!

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