¿Qué deberemos hacer para saber que nuestros
pecados han sido cancelados por la sangre de
Cristo y que, cuando él venga, nos protegerá
de la ira de Dios y nos llevará a la vida
eterna? La respuesta es la siguiente:
confiemos en Cristo de manera tal que nos haga
estar deseosos de su venida.
Él vendrá a salvar a aquellos que «ansiosamente
le esperan». ¿Cómo nos preparamos entonces?
¿Cómo experimentamos el perdón de Dios en
Cristo y nos preparamos para encontrarnos
con él? Confiando en él a tal punto que estemos
deseosos por su venida.
Esta deseosa expectativa por Cristo es
simplemente una señal de que verdaderamente
lo amamos y creemos en él.
Existe una fe fingida que solo quiere escapar
del infierno y que no tiene ningún deseo por
Cristo. Esa fe no salva, y tampoco produce esa
deseosa expectativa por la venida de Cristo,
sino que preferiría que Cristo no viniese por
el mayor tiempo posible, para así aprovechar
del mundo tanto como pudiera.
La fe que verdaderamente abraza a Cristo como
tesoro y esperanza y gozo es la fe que nos
hace estar deseosos por su venida, y es la fe
que salva.
Por eso, los aliento a que se alejen del mundo
y del pecado y se volteen hacia Cristo.
No lo tomen únicamente como una póliza de
seguro contra incendios, sino como el novio
y amigo y Señor que tan ansiosamente esperaron.
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