La clave para la madurez espiritual

Este pasaje es increíble, podría ahorrarnos años de
vida desperdiciados.

Lo que dice es que, si queremos alcanzar la madurez
y entender las enseñanzas más sólidas de la Palabra,
entonces la leche rica, nutritiva y preciosa de las
promesas de Dios en el evangelio debe transformar
nuestros sentidos morales, o sea, nuestra mente
espiritual, para que podamos discernir entre el bien
y el mal.

Dicho de otro modo, prepararnos para darnos un festín
de toda la Palabra de Dios no es primeramente un
desafío intelectual, sino moral. Si queremos comer el
alimento sólido de la Palabra, debemos ejercitar los
sentidos espirituales para así desarrollar una mente
que discierna entre el bien y el mal.

La asombrosa verdad es que, si nos cuesta entender
a la persona de Melquisedec en Génesis y en Hebreos,
es probable que esto sea porque vemos programas de
televisión cuestionables. Si nos cuesta entender la
doctrina de la elección, es probable que esto sea
debido a que todavía estamos envueltos en negocios
deshonestos. Si nos cuesta asimilar la obra de Cristo
en la cruz, con su centralidad en Dios, es probable
que esto se deba a que amamos el dinero, gastamos
mucho y damos muy poco.

El camino hacia la madurez y el alimento bíblico
sólido no consiste primeramente en aumentar nuestra
inteligencia, sino en hacernos obedientes. Nuestra
capacidad para recibir alimento sólido está más
relacionada con nuestra forma de lidiar con el
alcohol, el sexo, el dinero, el ocio, la comida
y la computadora que con la universidad a la que
vamos o qué libros leemos.

Esto es muy importante porque, en una sociedad
altamente tecnológica, tendemos a pensar que la
educación, y en especial el desarrollo intelectual,
es la clave para la madurez. Hay muchas personas que
obtuvieron doctorados que se asfixian en su inmadurez
respecto a las cosas de Dios. Y hay muchos santos con
menos estudios que tienen una madurez profunda y que
pueden alimentarse y nutrirse a gusto de las cosas más
sustanciales de la Palabra de Dios.

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