La ciudad perfecta

Sin contaminación, ni grafito, ni basura, ni
paredes despintadas o garajes de podredumbre,
ni césped muerto o botellas quebradas, ni
lenguaje grosero de la calle, ni confrontaciones
con actitud desafiante, ni violencia doméstica,
ni peligros en la noche, ni incendios provocados
o mentiras o robos o asesinatos, sin vandalismos
y sin monstruosidades.

La ciudad de Dios será perfecta porque Dios
estará en ella. Él caminará y hablará y se
manifestará en cada parte de esta ciudad. Todo
lo que es bueno y hermoso y santo y pacífico y
verdadero y feliz existirá en ese lugar, porque
Dios estará ahí.

La justicia perfecta estará presente, así como
recompensa que retribuye mil veces cada dolor
sufrido en obediencia a Cristo. Y nunca se
deteriorará. Es más, brillará cada vez más a
medida que la eternidad va estirándose hacia una
era infinita de gozo creciente.

Cuando deseamos esta ciudad por sobre todas las
cosas en la tierra estamos dando honor a Dios,
quien, de acuerdo a Hebreos 11:10, es el
arquitecto y constructor de la ciudad. Cuando
honramos a Dios, él se agrada y no se avergüenza
de ser llamado nuestro Dios.

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