Cristo es poderoso para salvar completamente para
siempre, ya que vive perpetuamente para interceder
por nosotros. En otras palabras, no podría
salvarnos para siempre si no continuara
intercediendo por nosotros para siempre.
Esto significa que nuestra salvación es tan segura
como el sacerdocio de Cristo es indestructible.
Por eso es que necesitamos un sacerdote mucho más
grande que cualquier humano. La deidad de Cristo es
garantía de su indestructible sacerdocio por nosotros.
Por lo tanto, no deberíamos hablar de nuestra
salvación en los términos estáticos en que solemos
hacerlo, como si dependiera de una decisión que una
vez tomé y una obra que Cristo una vez llevó a cabo al
morir y resucitar, y eso fuese todo. La salvación no
se trata únicamente de eso.
Hoy mismo estoy siendo salvo por la eterna intercesión
de Jesús en el cielo. Jesús está orando por nosotros y
en eso consiste nuestra salvación.
Somos salvos para siempre por las eternas
intercesiones de Jesús (Romanos 8:34) y porque
Cristo aboga en nuestra defensa (1 Juan 2:1)
en el cielo como nuestro sumo sacerdote.
Él ora por nosotros, y sus oraciones hallan
respuesta porque son perfectas y están basadas
en su perfecto sacrificio.
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