El versículo más famoso sobre la crianza de los hijos en el libro de Proverbios dice: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Pr 22:6). Es estupendo saberlo. Pero el libro de Proverbios tiene mucho más que decir a los padres. Proverbios ofrece una visión más profunda que evitará dolor a nuestras familias y les traerá alegría. Nos muestra más claramente «el camino que debe seguir un niño».
Proverbios 8 nos lleva de vuelta a la felicidad que Dios sintió cuando creó el mundo. El autor mira Génesis 1:31 —«Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera»—, observa ese versículo por un tiempo, y luego escribe Proverbios 8:22-31, con su visión gozosa de Dios el Creador. Esta es la parte más preciosa, donde la Sabiduría personificada habla como compañero de Dios en la creación del mundo:
Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres (Pr 8:30-31).
¿Cómo nos ayuda entonces Proverbios 8 a nosotros los padres? Nos susurra un secreto a voces revelado a lo largo de la creación. La gozosa sabiduría de Dios se muestra en las realidades más sencillas de la vida cotidiana de las personas, incluyendo la vida familiar. En nuestra psicología, relaciones, sexualidad, finanzas, etc., la sabiduría de Dios es por lo que todo lo que nos importa funciona realmente, para su gloria.
Por lo tanto, una de nuestras principales tareas como padres es transmitir a nuestros hijos esta radiante consciencia y esta expectativa positiva, mientras caminamos juntos a través de este mundo bueno creado por Dios.
El hogar: un lugar donde ser felizmente humano
Los padres cristianos que creen en el libro de Proverbios se reconcilian con su condición terrenal. No se avergüenzan de cómo Dios los hizo. Después de todo, Dios no se arrepiente de habernos hecho humanos en vez de angelicales. Se regocijó cuando nos creó. Sí, hemos sufrido la horrible caída de Adán. Sí, somos pecadores. Pero el pecado no es inherente a la vida familiar, en los juegos de mesa, y en los paseos, y en los deberes, y en la siesta, y en el trabajo. Incluso a este lado de la caída, «todo lo que Dios creó es bueno» (1 Ti 4:4). Los padres cristianos instruidos por el libro de Proverbios se deleitan en esa verdad, e imparten su felicidad estable a sus hijos.
¿Deberíamos los padres advertirles también a nuestros hijos sobre las minas terrestres que el diablo ha enterrado aquí en el mundo de Dios? Por supuesto. El libro de Proverbios incluye muchas advertencias. Por ejemplo:
¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare (Pr 6:27-29).
Pero eso no es una advertencia contra el don de Dios de la sexualidad humana; es una advertencia contra la necia violación del don de Dios. Algunos padres parecen tener tanto miedo de que sus hijos puedan pecar, que asfixian su hogar con excesiva cautela. Dan a sus hijos la impresión de que, de alguna manera, nuestra realidad creada no llega al nivel de la aprobación de Dios. Estos padres hipermeticulosos aman sinceramente a sus hijos, pero los dañan con una estrechez de miras que niega la bondad revitalizante de Dios. Y sin quererlo, predisponen a sus hijos para la hipocresía más adelante en la vida. John Buchan, el autor escocés, escribió: «Si le dices a un hombre que el placer legítimo es un pecado a los ojos de Dios, encontrará la manera de obtener placer y aun así mantener una apariencia de piedad. Y, claro, los placeres que disfrutará con una conciencia dubitativa no seguirán siendo legítimos durante mucho tiempo».
¡Qué diferente es el punto de vista de Proverbios 8:22-31! El gozo de Dios, que libera nuestras conciencias, crea momentos gloriosos como este en la vida de Charles Spurgeon, durante una visita del pastor americano Theodore Cuyler:
Después de un duro día de trabajo y una seria conversación, estos dos poderosos hombres de Dios salieron juntos al campo para pasar un tiempo de asueto. Vagaron por los campos con un gran ánimo, como los chicos que salen de la escuela, charlando y riendo y libres de preocupaciones. El Dr. Cuyler acababa de contar una historia de la que el Sr. Spurgeon se rio a carcajadas. De repente, este último se volvió hacia el Dr. Cuyler y exclamó: «Theodore, arrodillémonos y demos gracias a Dios por la risa». Y allí, en la verde hierba, bajo los árboles, dos de los hombres más grandes del mundo se arrodillaron y agradecieron a su amado Señor por el radiante y gozoso don de la risa.
¿Habéis escuchado alguna vez a vuestros hijos dar gracias a su amado Señor por su radiante y gozoso don de la risa? Si no, ¿por qué no? ¿Dónde está la sabiduría de Dios en un hogar sombrío? ¿Has aceptado, por la fe en Cristo, cómo él te creó, un ser humano, un ser social, un ser que come y trabaja y se divierte y es padre? Si no, puedes hacerlo ahora mismo, en reverente sumisión a la Palabra de Dios. Puedes empezar hoy mismo a llevar el gozo de Dios a tu hogar.
El hogar: un lugar donde experimentar la bondad de Dios
Dios me bendijo en la infancia con un hogar marcado por su sabiduría. Por ejemplo, cuando mi padre entraba en la casa a la hora de la cena, siempre hacía lo mismo. Primero, se acercaba a mi madre y la besaba… y nada de un beso en la mejilla. ¡Le daba un beso como debe ser, en los labios! Luego se volvía hacia mí y me decía: «¡Vamos, Skip! ¡Vamos a luchar!». Y nos íbamos a la sala de estar y nos tirábamos al suelo y luchábamos y nos hacíamos cosquillas y reíamos y jugábamos. Mi padre veía la vida con la sana perspectiva de Proverbios 8. Y yo no pude resistirme a su belleza.
Cuando mi esposa y yo comenzamos nuestro propio viaje como jóvenes padres, una de las preguntas que nos hicimos fue esta: ¿Qué es la realidad última? Y mientras lo pensábamos, recordamos cómo Moisés oró: «Te ruego que me muestres tu gloria», y cómo Dios respondió: «Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro» (Éx 33:18-19). Así que pensamos: «¡De acuerdo entonces, la realidad última es la gloriosa bondad de Dios!».
Por lo tanto, nos propusimos hacer de nuestro pequeño hogar —en el número 424 de Bush Street en Mountain View, California— una experiencia en miniatura de la gloriosa bondad de Dios para nuestros hijos. Queríamos que nuestro hogar hiciera que a nuestros hijos les fuera fácil amar a Dios. Organizamos nuestro hogar, lo mejor que pudimos, como una experiencia positiva, humana, con la presencia de Dios, con amabilidad, sinceridad, oración, historias de la Biblia, diversión, una dieta saludable, buenos libros, y así sucesivamente: los fundamentos obvios que hacen de un hogar un lugar donde un niño pueda sentir la bondad de Dios.
El hogar: un lugar donde perseguir nuestro gozo más elevado
¿Existe tal cosa como una paternidad neciamente permisiva? Sí. Algunos de nosotros necesitamos más fuerza para esos momentos en los que debemos decir a nuestros hijos: «¡No!». Y cuando responden: «Pero a todas las demás familias de la iglesia les parece bien», entonces decimos: «Pero nosotros no somos todas las demás familias. Somos los Ortlund, y no vamos a hacer eso».
Pero también existe la paternidad neciamente restrictiva. Y para aquellos de nosotros que nos tomamos en serio al Señor, que somos prudentes y concienzudos, nuestra tendencia puede ser una estrechez no bíblica.
Lo irónico es que esto crea lo contrario de lo que deseamos para nuestros hijos. Cuando son lo suficientemente mayores para pensar por sí mismos, y empiezan a experimentar más de la creación de Dios, empiezan a pensar: «Espera un momento. Mis padres me han alejado de esto, pero esto es malo. Me pregunto de qué otras formas me han engañado mis padres».
Los padres sabios se regocijan en la gloriosa bondad de Dios, revelada a través de su creación, mientras que también añaden advertencias a lo largo del camino. Pero es la diferencia entre el titular y el segundo párrafo de la historia. No inviertas ese orden y ese énfasis. No es solo que tus hijos merecen que se les presente de forma sana la vida en el mundo de Dios; es que Dios merece que tus hijos le glorifiquen y le disfruten como el gran Dador de innumerables cosas buenas aquí y en el futuro.
Tus hijos necesitan algo más que ser fortalecidos contra el pecado. Necesitan ser inspirados hacia Dios. Háblales, con toda la confianza que te ofrece Proverbios 8, de su alegre sabiduría a lo largo de toda la vida. Demuéstrales, por el espíritu mismo de tu hogar, que el Señor es bueno. Que vean esa fe en ti y les será difícil resistirse a la gloria del Señor.
Ray Ortlund es presidente de Ministerios de Renovación y miembro del consejo de la Coalición del Evangelio. Fundó la Iglesia Immanuel en Nashville, Tennessee, y ahora sirve desde Immanuel como Pastor a los Pastores.