Hablar con Dios, no solo hablar acerca de Él

La forma de este salmo es instructiva.
En los primeros tres versículos David se refiere
a Dios como «él».
El Señor es mi pastor
(él) me hace descansar
(él) me conduce
Él restaura mi alma.
Después, en los versículos 4 y 5, David se refiere
a Dios como «tú»:

No temeré mal alguno porque tú estás conmigo;
tu vara y tu cayado me infunden aliento;
tú preparas mesa delante de mí;
(tú) has ungido mi cabeza con aceite.
Luego, en el versículo 6, regresa a la tercera
persona:

En la casa del Señor moraré
La lección que he aprendido de este formato es que
es bueno no hablar por mucho tiempo acerca de Dios
sin hablarle a Dios.

Cada cristiano es por lo menos un teólogo amateur,
es decir, una persona que trata de entender el
carácter y los caminos de Dios y luego lo expresa
en palabras. Si no somos pequeños teólogos,
entonces no nos hablaremos unos a otros acerca de
Dios y nos ayudaremos muy poco en nuestra fe.

Pero lo que he aprendido de David en el Salmo 23
y en otros salmos es que debería entrelazar mi
teología con mis oraciones. Debería interrumpir
frecuentemente mis conversaciones acerca de Dios
con palabras dirigidas a Dios.

No mucho después de la frase teológica que dice
«Dios es generoso», debería venir la frase en
oración «Gracias, Señor».
Inmediatamente después de «Dios es glorioso»,
debería seguir «Adoro tu gloria».

Lo que he llegado a ver es que esta es la manera
en que debe ser, si es que sentimos la realidad
de Dios en nuestro corazón y también la describimos
con nuestra mente.

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