Fe para el futuro

Si «tantas como sean las promesas de Dios, en
Jesús todas son sí», entonces confiar en él
ahora en el presente es creer que sus promesas
se harán realidad.

No se trata de dos tipos de fe separadas:
confiar en él y creer en sus promesas. Creer en
Jesús es creer que él cumple su palabra.
Estar satisfechos en el Jesús crucificado y
resucitado incluye el creer que, en todo momento
futuro y hasta la eternidad, nada nos separará
su amor o impedirá que él haga que todas las
cosas ayuden para nuestro bien.

Sumando todo esto, yo diría que la belleza
espiritual que necesitamos abrazar es la belleza
de Dios que estará a nuestra disposición en el
futuro, garantizada para nosotros por la
gloriosa gracia del pasado.

Necesitamos saborear ahora la belleza espiritual
de Dios en todas sus victorias pasadas en
especial en la muerte y resurrección de Cristo
por nuestros pecados y en todas sus promesas.
Nuestra seguridad y confianza deben estar en todo
lo que Dios mismo hará por nosotros en el próximo
instante, y en el próximo mes, y por los siglos
infinitos de la eternidad: «la iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Cristo» (2 Corintios 4:6).

Él y solo él es quien satisfará nuestra alma en
el futuro. Y es el futuro el que tiene que estar
garantizado y satisfecho con riquezas
espirituales de gloria, si hemos de vivir la vida
cristiana radical que Cristo nos llama a vivir
aquí y ahora.

Si nuestro deleite presente de Cristo ahora
nuestra fe actual no incluye el sí para todas
las promesas de Dios, entonces no abrazará el poder
para el servicio radical en la fuerza que Dios
(a cada momento en el futuro) suplirá
(1 Pedro 4:11).

Mi oración es que reflexionar de esta manera sobre
la esencia de la fe nos ayudará a evitar caer en
afirmaciones superficiales y simplistas acerca del
creer en las promesas de Dios. Es algo profundo y
maravilloso.

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