El Sanador de las «cañas cascadas»

Hay dos maneras opuestas de cambiar el mundo: la nuestra y la de Jesús. Nuestra manera es ser agresivos, incluso violentos. La manera de Jesús es ser humilde, incluso pasar por alto la ofensa. Tanto la extrema izquierda como la extrema derecha política de nuestra nación eligen con demasiada frecuencia el camino de la insensatez. Y toda política, despojada del hermoso concepto de humanidad que encontramos en la manera en la cual Jesús obra, acaba empeorando la vida de todo el mundo.

El Adviento es un buen momento para que todos, sea cual sea nuestra orientación política, hagamos una pausa y contemplemos a Jesús. Hacerlo mejorará nuestra vida y la de los demás.

El cambio a través de la arrogancia

El profeta Isaías señaló al único que puede cambiar el mundo a mejor (y de forma permanente). Una de las formas favoritas que Isaías usó para describir a Jesús fue como «el siervo de Jehová». Pero justo antes de que Isaías lo presente en el capítulo 42, nos muestra a otro líder mundial en el capítulo 41. En palabras de Dios mismo:

Del norte levanté a uno, y vendrá; […] y pisoteará príncipes como lodo, y como pisa el barro el alfarero (Is 41:25).

Dios recuerda que es soberano sobre Ciro el Grande, el emperador persa cuyos ejércitos arrasaron victoriosamente el mundo antiguo cinco siglos antes de Cristo. Ciro era uno de los típicos tipos duros triunfadores de este mundo. Pisaba a la gente para conseguir sus propósitos (Is 41:2).

Y la brutalidad es una forma de cambiar el mundo, supongo. ¿Pero funciona realmente? Lo único que hace la extralimitación política es poner en marcha una reacción pendular brusca, de oscila de un extremo a otro, una y otra vez. Esa es nuestra manera.

El cambio a través de la humildad

Gracias a Dios, el acoso y la brutalidad a lo largo de la triste historia de la humanidad —nuestras estrategias obsoletas— no son nuestra única esperanza. También existe la manera de Jesús para cambiar el mundo. Isaías presenta a este humilde siervo con palabras del propio Dios:

He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley (Is 42:1-4).

La palabra clave es justicia. Aparece tres veces. El hebreo de Isaías no es fácil de traducir. La palabra española «justicia» es precisa, pero el hebreo sugiere algo más que aquello que debe hacerse según derecho o razón.

Por ejemplo, esta palabra se utiliza en el libro de Éxodo para el modelo del tabernáculo (Éx 26:30). Dios le dio a Moisés una especie de plano para la construcción del tabernáculo, y así todo salió bien. Esa es la palabra que usa Isaías. Nos dice que Dios tiene un plano, un modelo para una vida verdaderamente humana. Pero no podemos lograrlo luchando por salirnos con la nuestra. Él «traerá justicia», ¿cómo?, a la manera de Jesús: sirviéndonos, como un esclavo sin derechos.

Jesús cura a los heridos

No vino como Jesús el Grande para imponerse a Ciro el Grande. Vino a nosotros como el siervo de Jehová, con un poder espiritual que no es de este mundo. Hace dos mil años, sin fanfarrias ni bombo y platillo, Jesús comenzó un cambio que no se detendrá hasta que todo su pueblo sea sanado (Mt 12:15-21, LBLA).

¿Un conquistador del mundo sin amenazas, sin ruido de espadas, sin fanfarronería? Jesús vivió tan modestamente que nadie le prestó mucha atención hasta que empezó a hacer milagros. E incluso entonces, sus milagros fueron siempre para ayudar a cualquier otra persona, nunca a sí mismo.

«No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare» es una forma indirecta de decir que sanará esa caña cascada y reavivará ese pábilo que humea. Jesús restaura a las personas rotas. No recluta a los más fuertes. Busca personas heridas, agotadas, con dudas, con debilidades, dañadas por sus propios pecados y por los de los demás. Esa es la gente que él trae a su Reino y a la que sirve.

Jesús es el único líder mundial que puede decirnos: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mt 11:28).

Jesús nunca se cansa

¿Pero puede Jesús encargarse de la montaña de todas las necesidades que le traemos? ¿Y qué pasa con mis necesidades, incluyendo las tuyas? ¿Se preocupa lo suficiente, ama lo suficiente y perdona lo suficiente para hacer borrón y cuenta nueva para todos los que vienen a él? Vuelve a leer:

No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley (Is 42:4).

Jesús es dulce, pero no débil como nosotros. Empezamos proyectos con grandes esperanzas y, un poco más tarde, los abandonamos. Pero en la cruz, el siervo de Jehová cargó con todos nuestros fracasos como si fueran suyos. Ahora mismo, el Jesús resucitado está proveyendo para nuestras necesidades, y no es algo que le desborde de ninguna de las maneras. No necesita tomarse unas vacaciones y desconectar de todo por unos días. Ahora mismo, mientras lees esto, Jesús, ni está cansado de obrar, ni está cansado de ti.

La manera de Jesús para traer el cambio

Un mundo nuevo de justicia perfecta, creado a la manera de Jesús, no es un ideal que debamos alcanzar; es una promesa de Dios que él cumplirá.

Incluso «las costas», dice Isaías, anhelan la vida renovada que se les promete. Y las costas eran las zonas más remotas en las que Isaías podía pensar. El triunfo completo del evangelio no es una moda que alcanza a las grandes ciudades, pero que deja fuera a las zonas más recónditas. No hay orgullo alguno en Jesús. Su corazón se conmueve por ti, estés donde estés.

Este mundo nunca cambiará por la acción de nuestra tribu —quienquiera que sea— ni  logrará una victoria tan grande que no pueda ser revocada. Nuestro trágico mundo ya ha empezado a cambiar para mejor (a la manera de Jesús). En ella encontramos el gozo de Dios, la presencia del Espíritu Santo, la modestia humilde, la dulce sanación, la fiel perseverancia: todo esto se encuentra en el Jesucristo crucificado, resucitado, reinante y a punto de volver.

El Adviento nos recuerda que no debemos depositar nuestras esperanzas futuras en estrategias mundanas. ¡Atrévete a seguir la manera de Jesús! Así es como su nuevo mundo va tomando forma ahora mismo.

Ray Ortlund

Ray Ortlund

Ray Ortlund es presidente de Ministerios de Renovación y miembro del consejo de la Coalición del Evangelio. Fundó la Iglesia Immanuel en Nashville, Tennessee, y ahora sirve desde Immanuel como Pastor a los Pastores.