La Palabra de Dios es nuestra única esperanza.
Las buenas nuevas de las promesas de Dios y
las advertencias acerca de su juicio son tan
cortantes, vivas y eficaces que penetran hasta
lo más profundo de nuestro corazón y nos
muestran que las mentiras del pecado de verdad
son mentiras.
El aborto no me hará tener un futuro maravilloso.
Tampoco la infidelidad, ni la ropa provocativa,
ni el desprecio por mi propia pureza sexual,
ni el silencio ante los actos deshonestos en el
trabajo, ni el divorcio, ni la venganza.
Lo que nos libra de tales engaños es la Palabra
de Dios.
La promesa de la Palabra de Dios es como un gran
ventanal que se abre de par en par ante el
radiante sol de la mañana para echar luz sobre el
repugnante pecado que habita en nuestro corazón,
disfrazado de placeres satisfacientes. Dios nos
ha dado sus buenas nuevas, sus promesas, en la
Palabra, para protegernos del profundo engaño del
pecado que intenta endurecer nuestro corazón,
tentarlo, alejarlo de Dios, y conducirlo a
destrucción.
Levantemos el ánimo en la batalla por la fe:
la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante
que cualquier espada de dos filos; penetrará más
que cualquier engaño del pecado, y revelará aquello
que es en verdad valioso y digno de confianza.
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