El misterio del matrimonio

Cuando Dios determinó crear al hombre y a la
mujer y ordenar la unión del matrimonio, no
libró al azar la decisión de cómo habrían de
relacionarse entre ellos. No tiró los dados,
ni eligió cara o cruz de una moneda.
Dios diseñó el matrimonio a propósito
siguiendo el modelo de la relación entre el
Hijo y la iglesia, una unión que ya había
planeado desde la eternidad.

Por lo tanto, el matrimonio es un misterio:
contiene y esconde un significado mucho más
grandioso de lo que vemos por fuera. Dios
creó al ser humano masculino y femenino, y
les dio el mandamiento del matrimonio, para
que la relación de pacto eterno entre Cristo
y su iglesia quedara representada en la unión
marital.

La inferencia que Pablo sustrae de este
misterio es que los roles del marido y de la
esposa en el matrimonio no son asignados
arbitrariamente, sino que tienen su origen en
los roles distintivos de Cristo y la iglesia.

Aquellos de nosotros que estamos casados
necesitamos reflexionar una y otra vez sobre
cuán misterioso y maravilloso es que Dios nos
dé el privilegio de representar realidades
divinas extraordinarias, infinitamente más
grandes y majestuosas que nosotros mismos.

Ese es el fundamento del modelo del amor que
Pablo describe para el matrimonio. No es
suficiente decir que cada uno de los esposos
debe buscar su propio gozo en el otro.
También es importante decir que los esposos y
esposas deben imitar conscientemente la
relación que Dios planeó para Cristo y la
iglesia.

Espero que podamos tomar este asunto con
seriedad, sin importar si somos casados o
solteros, jóvenes o ancianos. La revelación
del pacto inquebrantable entre Cristo y la
iglesia depende de ello.

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