El maravilloso Dios de María

María vio con claridad algo excepcional acerca de
Dios: Él estaba a punto de cambiar el curso de la
historia de la humanidad; las tres décadas más
importantes de todos los tiempos estaban a punto
de empezar.

¿Y dónde estaba Dios? Ocupado con dos mujeres
humildes y desconocidas. Una era anciana y
estéril (Elisabet), la otra era una joven virgen
(María). María quedó tan conmovida por esta
revelación de Dios, de Aquel que ama a los
humildes, que prorrumpió en una canción:
el cántico que hoy en día se conoce como
«el Magníficat» (Lucas 1:46-55).

María y Elisabet son heroínas increíbles según
el relato de Lucas, quien ama la fe de estas
mujeres. Lo que más llama su atención, al parecer,
y lo que quiere destacar a los ojos de Teófilo,
el noble destinatario de su escrito, es la humildad
jovial de Elisabet y María.

Elisabet dice en Lucas 1:43: «¿Por qué me ha
acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga
a mí?». Y María le responde en Lucas 1:48:
«Porque ha mirado la humilde condición de esta su
sierva».

Las únicas personas cuya alma en verdad puede exaltar
al Señor son las personas como Elisabet y María:
aquellos que reconocen su condición humilde y quedan
conmovidos por la condescendencia de un Dios
maravilloso.

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