El indescriptible regalo de Dios

¿Cómo recibimos reconciliación y gozo en Dios en
la práctica? Una respuesta sería así: por medio
de Jesucristo. Lo que significa, al menos en
parte, crear el retrato de Jesús como está en
la Biblia —la obra y las palabras de Jesús
retratadas en el Nuevo Testamento— el contenido
esencial de nuestro júbilo en Dios. El gozo sin el
contenido de Cristo no honra a Cristo.

En 2 Corintios 4:4-6, Pablo describe la
conversión de dos maneras. En el versículo 4, dice
que es ver «la gloria de Cristo, que es la imagen
de Dios». Y en el versículo 6, dice que es ver
«la gloria de Dios en la faz de Cristo».
En ambos casos, podemos apreciar cuál es el punto.
Tenemos a Cristo, la imagen de Dios, y tenemos a
Dios en el rostro de Cristo.

En un sentido práctico, para regocijarnos en Dios
nos regocijamos en lo que vemos y conocemos de
Dios en el retrato de Jesucristo. Y lo
experimentamos plenamente cuando el amor de Dios
es derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, como dice Romanos 5:5.

Esto nos lleva al tema central la de Navidad: no
solo Dios pagó por nuestra reconciliación mediante
la muerte del Señor Jesucristo (versículo 10), y
no solamente Dios nos dio la capacidad de recibir
la reconciliación por medio del Señor Jesucristo
(versículo 11), sino que también ahora, como dice
el versículo 11, nos gloriamos en Dios mismo por
medio de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús adquirió por precio nuestra reconciliación.
Nos dio la capacidad de recibir la reconciliación
y de abrir el regalo. Y Jesús mismo resplandece
desde la envoltura —el obsequio indescriptible
—como Dios manifestado en la carne, y despierta
todo nuestro gozo en Dios.

Pongamos la mirada en Jesús esta Navidad.
Recibamos el regalo de la reconciliación por la
que él pagó. No lo dejemos sin abrir en un
anaquel, ni lo abramos para luego convertirlo en
el medio para obtener todos nuestros otros placeres.

Abramos y disfrutemos el regalo.
Alegrémonos en Cristo. Hagamos de él nuestro
deleite. Hagamos de él nuestro tesoro.

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