Dios sana por medio de la humillación

A pesar de la gravedad de la enfermedad de
la rebelión y de la obstinación del hombre,
Dios sanará. ¿Cómo lo hará? El versículo 15
dice que Dios habita con el contrito y el
humilde, pero aun así, el versículo 17
relata que estas mismas personas siguen
desviándose en su propio camino con
obstinación y descaro. ¿Cuál será la cura?

Solo hay una alternativa. Dios los sanará
humillándolos. Curará al paciente haciendo
trizas su orgullo. Si solo el contrito y
el humilde gozan de la comunión con Dios
(v. 15), y si la enfermedad de Israel es
su rebelión soberbia y obstinada (v. 17),
y si Dios promete curar a su pueblo
(v. 18), entonces el remedio debe ser la
humillación, y la cura, un espíritu contrito.

¿No es esta manera de profetizar de Isaias
lo que Jeremías llamó el nuevo pacto y el
nuevo corazón? Él decía: «He aquí, vienen
días —declara el Señor— en que haré con la
casa de Israel y con la casa de Judá un
nuevo pacto… Pondré mi ley dentro de ellos,
y sobre sus corazones la escribiré; y yo
seré su Dios y ellos serán mi pueblo»
(Jeremías 31:31, 33).

Tanto Isaías como Jeremías veían el tiempo
en que un pueblo enfermo, desobediente y de
corazón endurecido cambiaría sobrenaturalmente.
Isaías habla en términos de sanidad. Jeremías
habla de la ley que sería escrita en sus
corazones.

Por consiguiente, la cura de Isaías 57:1
consiste en un trasplante de corazón en el
cual el corazón viejo, duro, orgulloso y
rebelde es quitado y un corazón nuevo, dócil
y tierno es puesto en su lugar. Este corazón
nuevo puede ser humillado y contristado por
el recuerdo del pecado y por el pecado que
aún permanece.

Es un corazón en el cual Aquel quien es
majestuoso y cuyo nombre es Santo puede
habitar y dar vida.

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