Guiar a otros para la gloria de Cristo es un privilegio, ya sea como pastor, padre, maestro, anciano, o lo que sea. Pero a veces he pensado: «¡Este sagrado privilegio va a acabar conmigo!». Tanto la gracia del liderazgo como el precio del liderazgo son muy reales.
Entonces, ¿cómo podemos nosotros, los que lideramos, encontrar gozo, renovación y energía a lo largo del camino? No queremos estar tan abatidos por nuestros deberes que, de alguna manera, transmitamos a la gente que vivir para el Señor es un destino horrible que ha de evitarse a toda costa. ¿De dónde proviene la fuerza renovada? Dios ha fortalecido fielmente mis brazos débiles para el ministerio pastoral al menos de tres maneras.
1. Cualquier ministerio es un gran privilegio
El ministerio pastoral, por desafiante y abrumador que pueda resultar a veces, sigue siendo un inmenso privilegio. No muchos deberían (y no muchos llegan a hacerlo) predicar la Biblia (Stg 3:1) en servicio del pueblo de Dios, para la gloria de Dios, en el ministerio de la Palabra de Dios, que es inusualmente precioso y desgarrador. Las dificultades de este servicio pueden cegarnos de manera que no veamos su bendición.
La dura realidad es que si nos quejamos, puede que Dios nos escuche y nos quite los ministerios que tenemos. ¿Es eso realmente lo que queremos? Después de que el abatido Elías pidiera en oración morir (1 R 19:4), el Señor lo envió a ungir a Eliseo «para que [fuera] profeta en [su] lugar» (1 R 19:16). Elías debería haber pedido en oración fuerza para seguir adelante con fidelidad. Seguramente, al Señor se habría alegrado de hablar de él como lo hizo de Aser: «Como tus días, así será tu fortaleza» (Dt 33:25).
Durante un tiempo, no tuve ninguna iglesia que pastorear. Durante esa época difícil, vi con nueva claridad el gozo y el privilegio que es el ministerio en realidad. Así que ahora, si las cosas se ponen difíciles, vuelvo a pensar en lo estupendo que es ya solo formar parte de todo ello. Cristo ha venido, y va a volver pronto. Ya estamos al final del partido. El entrenador divino nos tiene en el campo, no en el banquillo. No importa a qué jugada nos llame el entrenador, lo único que importa es que nos mantiene en el campo.
2. A menudo pasamos por alto los milagros que nos rodean
En segundo lugar, el Señor está con nosotros en nuestros ministerios más de lo que a veces percibimos. Incluso cuando nos sentimos solos, él sigue estando presente. Jacob exclamó: «Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía» (Gn 28:16). Dios no se dedica al espectáculo. Él no intenta llamar la atención. Pero, por su gran corazón lleno de amor por este mundo, está muy presente —en sus propios términos, a su manera—, especialmente entre su pueblo. Nuestra parte como pastores es abrir los ojos por la fe y ver los milagros que nos rodean.
Para mí, esto sucede todos los domingos por la mañana, y comienza unos diez minutos antes de nuestro culto de las 10:30 en Emmanuel. Veo a los voluntarios que ayudan con alegría a la gente nueva, y pienso: ¿De dónde han salido? ¿Cómo se les da tan bien lo que hacen? Veo a la gente que entra al santuario, y pienso: La gente vuelve a venir… ¿Esto no está fracasando? ¿Cómo es posible? Veo a los músicos que ensayan, con los dones que Dios les ha dado, y pienso: ¿Cómo tenemos la suerte de tener músicos con talento y a la vez sinceros con el Señor? Veo el equipo de sonido, a los ancianos, a los niños, la iluminación atractiva, los gráficos geniales, y así sucesivamente, y pienso: Todo es obra del Señor, gracia sobre gracia. Él ha sido bueno, no solo en un sentido general, sino en todos los detalles y con toda la gente que ayuda a apoyar este ministerio. ¡Increíble!
Mientras nosotros los pastores proclamamos fielmente a Jesús según el evangelio, el Espíritu Santo se mueve en nuestros ministerios. Busquemos evidencias de su presencia a nuestro alrededor cada semana. Toda buena dádiva que observemos «desciende de lo alto, del Padre de las luces» (Stg 1:17).
3. Dios se deleita en renovar a los débiles y angustiados
Finalmente, el Señor es capaz de renovar nuestros corazones con nueva confianza a medida que la necesitemos. En su clásico La verdadera espiritualidad, Francis Schaeffer escribió sabiamente:
La vida cristiana, la verdadera espiritualidad, nunca puede tener una solución mecánica. La verdadera solución es ser llevado a una comunión continua y personal con Dios mismo, y dejar que la verdad de Cristo fluya a través de mí por medio del Espíritu Santo.
El verdadero cristianismo, para el pastor y el laico, no puede ser mecánico, no puede ser una técnica; debe ser personal, porque Dios es una persona y nosotros somos personas. Por eso nos comprometemos personalmente con Dios, y es así como encontramos una renovación personal continua en el ministerio pastoral.
Eso no es fácil ni automático. Isaías escribió: «Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas» (Is 40:31). Un erudito hebreo define ese verbo «esperar» como una especie de prolongamiento o estiramiento que puede resultar angustioso. Cuando nos vemos estirados hasta el límite mientras esperamos en el Señor, esa angustia continua crea un ambiente espiritual altamente productivo, donde ahondamos en él más que nunca, de forma más profunda de la que habríamos imaginado, donde el maná cae nuevo día a día.
El descubrimiento que disipará la oscuridad
Jonathan Edwards nos guio con estas palabras:
Un redescubrimiento de la gloria del rostro de Cristo y de la fuente de su dulce gracia y amor hará más por dispersar las nubes de oscuridad y dudas en un solo minuto que examinar experiencias pasadas, aun en el mejor de los casos, durante un año entero.
Mirar hacia atrás con un anhelo nostálgico por las bendiciones pasadas nos hará estancarnos, porque una mentalidad retrógrada ya está estancada. Pero mirar hacia delante con expectación nos mantiene abiertos a las cosas nuevas de la vida que proviene de lo alto. Como escribe el rey David: «Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados» (Sal 34:5).
Mi querido hermano pastor, si estuviera contigo ahora mismo, te miraría profundamente a los ojos y te diría: «Jesús también fue tentado con sentimientos de futilidad (Is 49:4). Él entiende por lo que estás pasando. Confía en él y da el siguiente paso. Él te dará nuevas fuerzas».
Ray Ortlund es presidente de Ministerios de Renovación y miembro del consejo de la Coalición del Evangelio. Fundó la Iglesia Immanuel en Nashville, Tennessee, y ahora sirve desde Immanuel como Pastor a los Pastores.