Devastados y entusiasmados

¿Cómo sonarían las doctrinas de la gracia si por
cada una de sus ramas fluyera la savia del
deleite agustiniano (es decir, lo que yo llamo
hedonismo cristiano)?

La depravación total no es solo maldad, sino también
es la imposibilidad de ver la belleza de Dios y la
falta de vida para experimentar el gozo más profundo.

La elección incondicional implica que la compleción
de nuestro gozo en Jesús estaba planeada para
nosotros desde antes de que siquiera existiéramos, y
que este gozo es un desborde del superabundante gozo
que Dios tiene en la comunión de la Trinidad.

La expiación limitada es la certeza de que el gozo
indestructible en Dios está asegurado para nosotros de
un modo infalible por medio de la sangre del
nuevo pacto.

La gracia irresistible es el compromiso y el poder del
amor de Dios asegurándose de que no nos aferremos a
placeres suicidas y liberándonos, por medio del poder
soberano, para disfrutar de los deleites supremos.

La perseverancia de los santos es la obra todopoderosa
de Dios, que impide que caigamos en la esclavitud de
los placeres inferiores, y en su lugar nos guarda, a
través de toda aflicción y sufrimiento, para recibir la
herencia de la plenitud del gozo en su presencia y
placeres a su diestra para siempre.

La elección incondicional dicta a mi alma las sentencias
más severas y las más dulces. El hecho de que sea
incondicional echa por tierra todo tipo de exaltación
personal; el hecho de que sea elección hace de mí su
posesión preciada.

Esta es una de las maravillas de las doctrinas bíblicas
de la gracia: la peor devastación nos prepara para el
más grande de los deleites.

Cuán presuntuosos nos volveríamos ante las palabras:
«El Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo
de entre todos los pueblos que están sobre la faz de
la tierra» (Deuteronomio 7:6), si esta elección
dependiera en algún modo de nuestra voluntad.
No obstante, para guardarnos del orgullo, el Señor
nos enseña que fuimos escogidos incondicionalmente
capitulo (7:7-9). Como dice la canción que con tanto
agrado cantamos, Él «hizo de un vil pecador su tesoro»
[traducción literal del verso de Profundo es el amor
de Dios].

Solo la devastadora libertad e incondicionalidad de la
gracia electiva nos permite tomar tales dones y gustarlos
sin exaltarnos a nosotros mismos.

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