Eso no es lo que esperaba que dijera el
proverbio. Esperaba que dijera:
«El cobarde dice: Hay un león afuera; seré
muerto en las calles». Pero dice perezoso,
no cobarde. Así que la emoción determinante
aquí es la pereza, no el miedo.
Pero ¿cuál es la relación entre la pereza y
el peligro de que hay un león en las calles?
No solemos decir: «Este hombre es demasiado
perezoso para ir a hacer su trabajo porque
hay un león afuera».
El punto es que el perezoso inventa
situaciones imaginarias para justificar el
hecho de que no esté haciendo su trabajo y
por eso, en lugar de enfocarse en el vicio de
su pereza, dirige la atención al peligro de
los leones. Nadie aprobaría que se quedara en
su casa todo el día solo porque es perezoso.
Una verdad bíblica profunda que necesitamos
conocer es que nuestro corazón hace uso de la
mente para justificar lo que el corazón quiere.
Es decir, nuestros más profundos deseos
preceden al funcionamiento racional de nuestra
mente, e inclinan la mente a percibir y pensar
de modo tal que nuestros deseos parezcan
correctos.
Eso es lo que el perezoso está haciendo. Tiene
un profundo deseo de quedarse en su casa y no
trabajar, pero no tiene una buena razón para
quedarse en casa. ¿Qué hace entonces?
¿Se sobrepone al deseo incorrecto? No, más bien
hace uso de su mente para inventar
circunstancias irreales que justifiquen su
deseo.
Hacer el mal que amamos nos hace enemigos de la
luz de la verdad. En esta condición la mente
se convierte en una fábrica de verdades a medias,
estratagemas, sofismas, evasiones y mentiras
todo lo que le permita resguardar los malos
deseos del corazón con tal de no ponerlos al
descubierto y destruirlos.
Tengámoslo en cuenta y seamos sabios.
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