Cómo sabotear a un pastor introvertido

Cómo sabotear a un pastor introvertido

Mi querido y terrible Larvario:

He leído tu informe con gran interés, y no me siento disuadido por el hecho de que tu cliente no haya respondido bien a nuestra táctica anterior de desear el placer de su congregación y que de hecho esté más predispuesto a que no le importe en absoluto lo que piensen. Deberías recordar esa lección tan básica que se aprende en primaria, de que cualquier idolatría tiene al menos dos puertas de entrada. Si tu cliente no puede alimentar su orgullo a través de la puerta principal de quedar bien con la gente y lo que el Enemigo llama «temor al hombre», cógelo de las orejas y llévalo a la puerta trasera.

Nuestro Enemigo miró a las ovejas sin pastor y sintió compasión (por alguna razón inexplicable). Parece que es fácil manipular a tu cliente para que vea a sus ovejas y se irrite. Así que utilicemos eso. Estas son algunas formas en las que podemos lograrlo:

Tu paciente es introvertido, ¿verdad? Convéncelo de lo completamente agotadora que es la gente, lo poco dotado que está para cuidar de ella, y cómo, si actúa de acuerdo a su personalidad, en realidad está glorificando al Enemigo, ¡y al diablo con los demás!

Hay un poquito de verdad ahí, por supuesto, pero mezclada con su aversión carnal a ser molestado, será una potente combinación al servicio de su negligencia hacia la congregación. Dentro de poco se negará a aconsejar o visitar o incluso a discipular, viendo todo como «algo que no es su fuerte» o que va en contra de su «llamado». A los pastores les suelen gustar estas categorías porque son buenas excusas. Lo que el Enemigo llama los dones de su Espíritu a veces son excelentes rocas y árboles tras los cuales se esconde su pueblo, rehuyendo obedecerle.

Uno de los sirvientes del Enemigo —al que nos referimos, lamentablemente con cariño como El que se escapó—, ha instruido a sus compañeros de trabajo para «apacenta[r] la grey de Dios que está entre vosotros» (1 P 5:2). Parece de sentido común, pero lo que es muy común entre clientes como el tuyo es el desear un rebaño diferente al que tienen. Dile que debería tener un rebaño diferente, uno mejor, más grande, del que tiene y cosas así. Aleja su corazón del rebaño y deja que idealice el rebaño que quiere. Esto le hará odiar más el desorden del ministerio y más todavía la lentitud de la santificación, haciéndole odiar más a su congregación.

Hablando de corazones, quieres el de tu cliente lo más duro y arrugado posible. El sirviente del Enemigo que nos dio tales ataques —el miserable Aguijonero nunca ha sido el mismo desde que se lo asignaron; ha estado simplemente meciéndose de un lado a otro en su celda durante, he aquí, estos 2000 años, murmurando: «No podía ser sacudido, no podía ser ganado, no podía ser sacudido, no podía ser ganado», pobrecito— instruye a su rebaño en un corazón ensanchado (2 Co 6:11-13). Nada podría ser más peligroso. Si el corazón de tu paciente está abierto, eso traerá consigo más corazones ensanchados.

¡Ataca, Larvario, ataca! Sube sus defensas. Lo que buscamos es una piel fina y un corazón duro, un corazón cerrado. Parece que vas por buen camino para tener éxito en este asunto. Pon esa lengua bífida en el oído del compañero y susúrrale dulces bocados sobre los privilegios y la elevación que merece. De este modo, incluso los beneficios normales de su soledad —en el estudio, en la oración— se secarán, encauzados hacia el interior. Un pastor aislado es un agujero negro para la alegría y la compasión. Síguele la corriente a este hombre en su inclinación egoísta, mi tesoro infernal. Sabotearás a este pecador.

Insidiosamente tuyo,

Orugario

Jared Wilson

Jared Wilson

Jared Wilson es el autor de varios libros, incluyendo el más reciente "The Imperfect Disciple: Grace for People Who Can't Get Their Act Together"