La fe no se contenta con los «placeres temporales». Tiene un hambre voraz por el gozo, y la Palabra de Dios dice: «en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre» (Salmos 16:11). Por lo tanto, la fe no se desviará hacia el pecado. No se rendirá tan fácilmente en la búsqueda del máximo gozo.
El rol de la Palabra de Dios es alimentar el apetito de la fe por Dios. Al hacerlo, aleja nuestro corazón de los sabores engañosos de la lujuria.
Al principio, la lujuria comienza a engañarme y a hacerme sentir que realmente me perderé alguna gran satisfacción si continúo en mi camino hacia la pureza. Pero entonces tomo la espada del Espíritu y comienzo a pelear.
· Leo que mejor es sacarme un ojo que caer en la lujuria (Mateo 5:29).
· Leo que si pienso acerca de lo que es puro, amable y honorable, la paz de Dios estará conmigo (Filipenses 4:8).
· Leo que poner la mente en la carne trae muerte, pero ponerla en el Espíritu trae vida y paz (Romanos 8:6).
· Leo que los deseos carnales batallan contra mi alma (1 Pedro 2:11) y que los placeres de esta vida ahogan la vida del Espíritu (Lucas 8:14).
· Lo que es aún mejor, leo que Dios no negará ningún bien a aquellos que caminan en integridad (Salmos 84:11) y que los puros de corazón verán a Dios (Mateo 5:8).
En la medida en que oro para que mi fe sea saciada con la paz y la vida de Dios, la espada del Espíritu rasga la cubierta de azúcar del veneno de la lujuria. La veo por lo que realmente es y, por la gracia de Dios, su poder seductor es destrozado.
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