Salmos 56:3 dice: «El día en que temo, yo
en ti confío».
Notemos que no dice: «nunca tengo problemas
de sentir temor». El temor nos golpea y la
batalla empieza. La Biblia no supone que
los verdaderos creyentes no tendrán ansiedad.
Más bien, la Biblia nos enseña a luchar
contra ella cuando nos golpea.
Por ejemplo, 1 Pedro 5:7 dice: «Echando toda
vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene
cuidado de vosotros». No dice que nunca
tendremos ansiedad; por el contrario, dice
que, cuando la tengamos, la echemos sobre Dios.
Cuando el lodo nos salpique en el parabrisas
y perdamos de vista temporalmente el camino y
empecemos a desviarnos en ansiedad, encendamos
el limpiaparabrisas y usemos el líquido
limpiador.
Así que esta es mi respuesta a aquellos que
luchan día a día contra la ansiedad: eso es
bastante normal. Al menos para mí lo es, y así
lo fue desde mis años de adolescencia. La
cuestión es la siguiente: ¿cómo luchar contra
ella?
La respuesta a esa pregunta: luchamos contra la
ansiedad al batallar contra la incredulidad y
por la fe en la gracia futura. La manera en que
peleamos esta «buena batalla» es meditando en
las garantías que Dios nos da acerca de la gracia
venidera y pidiendo ayuda a su Espíritu.
El limpiaparabrisas es la suma de las promesas
de Dios que barren el lodo de la incredulidad,
y el líquido limpiador es la ayuda del Espíritu
Santo. La batalla para ser libres del pecado se
pelea «mediante la santificación por el Espíritu
y la fe en la verdad» (2 Tesalonicenses 2:13).
La obra del Espíritu y la Palabra de verdad:
esos son los grandes edificadores de la fe.
Sin la obra ablandadora del Espíritu Santo, los
limpiaparabrisas de la Palabra tan solo arañarían
por encima los enceguecedores terrones de la
incredulidad.
Ambos son necesarios el Espíritu y la Palabra.
Leemos las promesas de Dios y oramos pidiendo la
ayuda de su Espíritu. Y a medida que el parabrisas
se limpia para permitirnos ver el bien que Dios
tiene planeado para nosotros (Jeremías 29:11),
nuestra fe se fortalece y el camino que la ansiedad
ha torcido se endereza.
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