Cinco motivos para no temer

El motivo por el cual Dios quiere que
no tengamos miedo respecto del dinero y
los bienes materiales es que de este
modo podemos magnificar cinco grandes
aspectos acerca de él.

Primero, el hecho de que no temamos
demuestra que atesoramos a Dios como nuestro
Pastor: «No temáis, manada pequeña».
Nosotros somos la manada y él es nuestro
Pastor. Si él es nuestro Pastor, entonces
se cumple el Salmo 23: «El Señor es mi pastor;
nada me faltará», es decir, no me faltará nada
que realmente necesite.

Segundo, el que no temamos demuestra que
atesoramos a Dios como nuestro Padre. «A vuestro
Padre le ha placido daros el reino». No solo
somos su manada pequeña, también somos sus hijos
y él es nuestro Padre. En verdad él tiene cuidado
de nosotros, sabe bien qué necesitamos y se
asegurará de que no nos falte nada de lo que
necesitamos.

Tercero, el que no temamos demuestra que atesoramos
a Dios como Rey. Él puede darnos el «reino» porque
él es el Rey. Esto implica que aquel que provee
según nuestras necesidades tiene un enorme poder.
El término «Pastor» tiene la connotación de
protección y provisión; «Padre» implica amor,
ternura, autoridad, provisión y guía; y «Rey»
connota poder, soberanía y riqueza.

Cuarto, el que no temamos demuestra lo generoso
que es Dios. Tengamos en cuenta que él da el reino.
No lo vende ni lo alquila. Es infinitamente rico
y no necesita ningún pago de nuestra parte. Por lo
tanto, Dios es generoso y comparte libremente sus
bienes. Es esto lo que magnificamos de él cuando,
en lugar de temer, confiamos en que él suplirá
nuestras necesidades.

Por último, el que no temamos demuestra que
atesoramos a Dios como persona feliz. A él le
«place» darnos el reino. Quiere hacerlo y se
deleita en ello. No todos nosotros hemos tenido
padres así, a quienes los hacía más felices dar
que recibir. Sin embargo, esto no es importante,
ya que ahora tenemos esa clase de Padre, Pastor
y Rey.

Por consiguiente, el mensaje de este versículo
es que debemos atesorar a Dios como nuestro Pastor
y Padre y Rey que se complace en darnos generosamente
su reino: el cielo, vida eterna y gozo, y todo lo
que necesitemos para llegar ahí.

Si atesoramos a Dios de esta manera, no tendremos
miedo y él será glorificado

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