Anhelar más de Jesús

Cristo no nos llama a conformarnos espiritualmente con el paso de los años.

Cristo puede ser comprensivo con nuestras temporadas bajas y tiempos de debilidad. Él es amable y misericordioso cuando nuestras almas parecen quedarse sin combustible. Jesús no nos quebrará cuando estemos cascados, ni nos apagará cuando humeemos. Y él es lo suficientemente bondadoso como para no dejarnos atrapados para siempre en un estado de «lo mínimo necesario»: creer lo mínimo necesario, esperar lo mínimo necesario y amar lo mínimo necesario para sobrevivir.

Jesús no nos abandona cuando nuestros tanques espirituales están al mínimo, y nos pide que no nos conformemos con una espiritualidad marchitada o una devoción minimalista. Nos invita a más, nos promete más y nos empodera para más.

El cristianismo maduro y sano es maximalista, no minimalista. Los que han nacido de nuevo anhelan más de Jesús, no menos. No se concentran en cumplir con lo mínimo, sino que quieren ver más, conocer más, disfrutar más de Jesús y, entonces creer más, esperar más y amar más; todo para su gloria.

Con el tiempo, el corazón habitado por el Espíritu Santo deja atrás su inconsistencia y clama por más, más, más —no por menos, menos, menos— para ver a Jesús más claramente, amar a Jesús más profundamente y seguir a Jesús más íntimamente.

Por eso, ahora que el año viejo va a pasar y va a amanecer uno nuevo, no debemos conformarnos con el «mínimo necesario» de Biblia, de oración y de comunión con el pueblo del pacto. Debemos aprovechar al máximo el año que entra.

¡Anhelamos más de Jesús en el 2022!

Cristo honrado en la muerte (o en la vida)

Pocos pasajes brillan con tanta fuerza maximalista como Filipenses 1:22-26. Pablo, encerrado en el calabozo, escribe con confianza acerca de su próxima liberación. Pronto se emitirá un veredicto y, o bien será liberado de la prisión o, a través de la muerte, será liberado de esta vida. Sin embargo, Pablo no está preocupado: morir es «muchísimo mejor» porque eso significa «partir y estar con Cristo» (Fil 1:23).

Su deseo principal y su preferencia personal, es estar lo más cerca posible de Jesús y, por tanto, «morir es ganancia» (Fil 1:21). Sin embargo, Pablo ve en el propio Cristo que la preferencia personal no es lo más importante, al menos no como norma.

Pablo ha dedicado gozosamente su vida al avance del evangelio, no al avance de sus propias preferencias. Por muy bueno que sea en su opinión «partir y estar [ya] con Cristo», Pablo sospecha que la obra de Dios a través de él en la tierra aún no está completa. El propio patrón y ejemplo de la vida de Cristo muestra que no se ocupó inmediatamente de sus propias preferencias personales, sino que a menudo las dejó de lado por el bien de los demás. Pablo anticipa que este también será su llamado y, por ahora, deberá «continuar en la carne» y permanecer y continuar «con todos vosotros para vuestro provecho y gozo en la fe» (Fil 1:24-25, LBLA).

¿Cómo, entonces, en esa nueva vida que tendrá al salir de la prisión, buscará Pablo que Jesús «sea magnificado» en su cuerpo «o por vida o por muerte»? ¿Qué significará para él «vivir es Cristo» en esta nueva etapa? El albor de un nuevo año puede ser un momento tan bueno como cualquier otro para poner en práctica la visión paulina del cristianismo maximalista, tal y como queda reflejado en Filipenses 1:22-26.

La labor fructífera

En primer lugar, Pablo destaca la labor fructífera: «el vivir en la carne, […] significa para mí una labor fructífera» (v. 22). Esto no es una afirmación orgullosa, como si Pablo tuviera tan alto concepto de sí mismo como para presumir de su eficacia. Se trata más bien de un humilde reconocimiento del llamado de Cristo y del poder del Espíritu Santo: que la vida siga fluyendo en esta época en la que estamos es una invitación para que demos frutos para el Reino del Señor Jesús (y aunque quizá esto fue así de manera especial para los apóstoles, no debe ser menos para el resto de nosotros). Como escribe Pablo a un joven pastor y discípulo: «Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto» (Tit 3:14; énfasis añadido). El apóstol Pablo sueña, planea y enseña para que no solo haya pastores fructíferos, sino toda una iglesia de trabajadores fructíferos.

La labor fructífera no es mágica, aunque es sobrenatural. Cristo llama a su pueblo, a través de su gracia, a hacer el bien a los demás y, a aprender a hacerlo, cuando pasemos por los altibajos de las pruebas y los errores de la vida. No podemos producir fruto espiritual genuino en nuestras propias fuerzas, ni suponer que se producirá a través de nosotros con facilidad, a nuestra propia manera.

Pero podemos aprender. Aquí es donde entra la labor sincera, porque es una labor. Nos comprometemos. Invertimos energía y esfuerzo. Damos pasos modestos y pacientes y, con el tiempo, nos entregamos a diversas iniciativas y acciones para bendecir a los demás, sabiendo que Cristo quiere empoderar nuestra labor con su Espíritu y hacerla fructífera cuando llegue el momento.

El progreso y el gozo de los demás

En el versículo 25, Pablo explica con más detalle en qué consiste dicha «labor fructífera»: en «vuestro progreso y gozo en la fe».

En nuestra época, en la que la atención se centra en uno mismo y en la autopromoción indisimulada, resulta refrescante ver la sana ambición que Pablo tiene por los demás. La ambición moderna —y quizá la estadounidense en particular— puede filtrarse sutilmente en nuestras almas y contaminar nuestras ambiciones aparentemente cristianas. Pero la visión de Pablo es que él continúa en esta vida —y así será mientras viva— para el beneficio de los demás.

Decide honrar a Cristo a través de la vida cristiana, entregándose al progreso y el gozo en la fe de los demás. La vida de Pablo, mientras viva, está dedicada a la gloria de Cristo a través de hacer progresar el gozo de los demás en Cristo. Pablo no será salvo «así como por fuego». No está contentándose con hacer lo mínimo necesario espiritualmente hablando. No está planificando realizar un par de buenas obras y decir cuatro palabras bonitas. Quiere abundar en «toda buena obra» (2 Co 9:8; énfasis añadido). Espera que su vida sea derramada en libación sobre innumerables actos y palabras para el bien de los demás (Fil 2:14-18). Su impulso no solamente es maximalista, sino que está orientado a los demás.

Un motivo poderoso

Finalmente, encontramos en el versículo 26 aún más detalles de la extensión de dicha labor fructífera. El apóstol permanecerá, por ahora, en esta vida, para el avance y el gozo de la fe de los demás, «para que vuestra profunda satisfacción por mí abunde en Cristo Jesús a causa de mi visita otra vez a vosotros» (Fil 1:26, LBLA).

Cuando sea soltado, Pablo se propone hacer otra visita a Filipos, y sus intenciones son claramente maximalistas. No solo quiere darles una causa, o alguna causa, para que se gloríen en Cristo. Si no que, su plan, con la ayuda de Dios, es vivir de tal manera entre los filipenses que lleguen a tener una «profunda satisfacción [] en Cristo Jesús» cuando él llegue a la ciudad. Y esto es un motivo poderoso. Literalmente: «para que vuestra profunda satisfacción por mí abunde en Cristo Jesús a causa de mi visita». No una satisfacción insignificante en Cristo, sino una satisfacción sobreabundante. Y Pablo no aplica un esfuerzo y una energía minimalista para producir tal satisfacción, sino un esfuerzo y una energía maximalista.

Esto debería inspirarnos a tener tales esperanzas y sueños, y a orar tales oraciones, para el nuevo año que empieza. Si nos contentamos con ir tirando espiritualmente, con tratar de salir adelante, de hacer lo mínimo necesario, no solo nos privaremos nosotros del gozo, sino que también se lo usurparemos a los demás. No solo disminuirá nuestra profunda satisfacción en Cristo, sino también la de los demás. Así que os exhorto a que pongáis a prueba el poder contagioso del gozo en Cristo. Cuando nuestra mirada se dirija a Jesús, y dediquemos lo que nos queda de vida a su gloria, daremos a los demás no solo un motivo para gozarse en Cristo, sino un motivo poderoso —la profunda satisfacción en Cristo que abunda— para honra y alabanza de nuestro Señor.

Promover el gozo

Vivir para la gloria de Cristo no es solo para Jesús y para mí, sino que también incluye a otros; no solo para que vean nuestras vidas y den gloria a Dios, sino también para que nuestras vidas se conviertan en parte promotora del gozo en Cristo en ellos, de manera que ellos también quieran vivir para la gloria de Cristo y así imiten nuestra vida derramada en honor a Cristo.

En resumen, el año 2022 ofrece una nueva oportunidad para poner por obra estos propósitos paulinos. En lugar de los propósitos de año nuevo, a menudo centrados en uno mismo, ¿qué pasaría si tuviéramos en cuenta que el gozo de los demás es fundamental para la plenitud de nuestro propio gozo y para maximizar el honor de Jesús a través de nosotros?

Nuestro Señor tiene más gracia que darnos para capacitarnos a prosperar y no contentarnos con sobrevivir. Y él es digno de nuestros sinceros propósitos, por humildes que sean. ¡Ser un creyente maximalista solo te puede carecer de atractivo si tienes una visión minimalista del valor de Cristo!

David Mathis

David Mathis

‎David Mathis es editor ejecutivo de desiringGod.org y pastor de ‎‎Cities Church‎‎. Es esposo, padre de cuatro hijos y autor de ‎‎Rich Wounds: The Countless Treasures of the Life, Death, and Triumph of Jesus‎‎ (2022).‎