¿Por qué el escritor de Hebreos nos anima a
asirnos de nuestra esperanza? Si aferrarnos a
ella es algo que la sangre de Jesús obtuvo y
aseguró irrevocablemente, ¿por qué Dios nos
llama a asirnos de la esperanza?
La respuesta es:
Cristo, al morir, no pagó por la libertad de no
tener que asirnos, sino por el poder que nos
permite hacerlo.
Cristo no pagó para anular nuestra voluntad,
como si no tuviéramos que sujetarnos a ninguna
esperanza, sino para fortalecer nuestra voluntad
porque queremos asirnos.
Cristo no pagó para cancelar el mandamiento de
asirnos, sino para que se cumpla el asirnos.
Cristo no pagó para terminar con las exhortaciones,
sino por la victoria de las exhortaciones.
Cristo murió para que podamos hacer precisamente
lo que Pablo hizo en Filipenses 3:12:
«Sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para
lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús».
Esto no es tontería, es el evangelio diciéndole al
pecador que haga lo que solo Cristo puede
posibilitarle: que tenga esperanza en Dios.
Por eso, los exhorto de todo corazón: busquen
alcanzar aquello por lo cual fueron alcanzados por
Cristo, y aférrense a ello con todas sus fuerzas.
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