En lenguaje actual, diríamos: «Nosotros tiramos
los dados, pero Dios decide la suerte».
No hay ningún evento, por más pequeño que sea,
que Dios no controle según sus propósitos. Como
dijo Jesús: «¿No se venden dos pajarillos por un
cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a
tierra sin permitirlo vuestro Padre. Y hasta los
cabellos de vuestra cabeza están todos contados»
(Mateo 10:29-30).
Cada tirada de dados en Las Vegas, o la muerte
del más pequeño de los pájaros en los miles de
bosques del mundo todo obedece al mandato de Dios.
En el libro de Jonás, Dios le manda a un pez
que trague (1:17), a una planta que crezca (4:6)
y a un gusano que la consuma (4:7).
Y mucho más allá de la vida de los gusanos, las
estrellas ocupan un lugar y se mantienen en su
sitio por el mandato de Dios:
Alzad a lo alto vuestros ojos y ved quién ha
creado estos astros: el que hace salir en orden
a su ejército, y a todos llama por su nombre. Por la
grandeza de su fuerza y la fortaleza de su poder
no falta ni uno (Isaías 40:26).
Cuánto más, entonces, le obedecen los eventos
naturales de este mundo desde el clima y los
desastres naturales hasta las enfermedades, las
discapacidades y la muerte.
Por lo tanto, maravillémonos ante tal imagen y
tengamos paz, sabiendo que ningún evento natural está
fuera de los buenos propósitos y el perfecto control
de Dios.
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