Preparemos el camino

Aquello mismo que Juan el Bautista hizo por
Israel, el Adviento (el mes previo a Navidad)
puede hacerlo en nosotros. No permita que la
Navidad lo halle desprevenido. Me refiero a
que se prepare en el sentido espiritual.
¡El gozo y el cambio en su vida serán mucho
mayores si está listo!

Para prepararnos…
Primero, meditemos en el hecho de que
necesitamos un Salvador. La Navidad, antes
de convertirse en un gozo, es una acusación.
No tendrá el efecto deseado en nosotros a
menos que nos sintamos desesperados por nuestra
necesidad de un Salvador. Que estas breves
reflexiones de Adviento despierten en usted la
sensación agridulce de necesitar al Salvador.

Segundo, emprenda un serio auto examen.
El Adviento es a la Navidad lo que la Cuaresma
es a la Pascua. «Escudríñame, oh Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el
camino eterno». Que cada uno le prepare morada…
limpiando su corazón.

Tercero, cree en su hogar un clima de
expectativa y entusiasmo enfocado en Dios, en
especial para los niños. Si usted está
entusiasmado con Cristo, ellos también lo estarán.
Si solo puede generar entusiasmo respecto de la
Navidad valiéndose de bienes materiales,
¿cómo provocará en los niños una sed por Dios?
Concentre toda su imaginación en hacer que la
fascinación por la llegada del Rey se vuelva
tangible para los niños.

Cuarto, invierta más tiempo en la lectura de las
Escrituras, ¡y memorice los pasajes más
importantes! «¿No es mi palabra como fuego?»,
dice el Señor. Reunámonos alrededor de esa llama
en esta temporada previa a la navidad.
Es cálida y destella con los colores de la gracia.
Es sanidad para miles de heridas. Es la luz para
las noches oscuras.

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