Consideremos la diferencia entre un corazón de «fe»
y un corazón de «milagros» u obras.
El corazón de obras se satisface con el estímulo al
ego cuando logra hacer algo por sus propias fuerzas.
Trata de escalar las paredes de rocas verticales, o
de asumir responsabilidades adicionales en el trabajo,
o de arriesgar su vida en la zona de combate, o de
agonizar en una maratón, o de hacer ayunos religiosos
por semanas todo por la satisfacción de superar un reto
por su propia fuerza de voluntad y la resistencia de
su propio cuerpo.
Un corazón orientado hacia las obras quizá también
exprese su amor por la independencia y por elegir su
propio camino y por la realización personal, al rebelarse
contra la cortesía, la decencia y la moralidad
(ver Gálatas 5:19-21). Pero es esta misma orientación
hacia las obras de determinación y de exaltación personal
la que se disgusta con el comportamiento grosero y se
dispone a probar su superioridad por medio de la abnegación,
la valentía y la grandeza propia.
En todo esto, la satisfacción básica de la persona orientada
hacia las obras se agrada de ser enérgico, autónomo y, en lo
posible, triunfador.
El corazón de fe es radicalmente diferente. Sus deseos no se
debilitan al mirar hacia el futuro, pero lo que desea es la
satisfacción plena de experimentar todo lo que Dios es para
nosotros en Jesús.
Si «obras» busca la satisfacción de sentir que estas vencen
un obstáculo, la «fe» se goza en la satisfacción de que
Dios vence un obstáculo. El corazón de obras desea la alegría
de recibir gloria por ser capaz, fuerte e inteligente.
La fe busca la alegría de ver a Dios ser glorificado por su
capacidad, fuerza y sabiduría.
En su forma religiosa, el corazón de obras acepta el reto de
la moralidad, conquista sus obstáculos por medio de grandes
esfuerzos, y ofrece la victoria a Dios como medio de pago para
obtener su aprobación y recompensa. La fe también acepta el
reto de la moralidad, pero solo como una ocasión para
convertirse en un instrumento del poder de Dios. Y cuando la
victoria llega, la fe se regocija en que toda la gloria y la
gratitud le pertenezcan a Dios.