Y Bree descubrió entonces que no había galopado realmente tan rápido, no tan rápido, como podía. Shasta sintió el cambio de inmediato. Ahora sí que iban a tope.
El viejo estereotipo «Dios nunca te dará más de lo que puedas manejar», se ha burlado de mí a lo largo de los años. Puedo recordar varias veces en las que ha parecido evidente que Dios me estaba dando más de lo que podía manejar.
¿Acaso alguien puede decir que tiene la capacidad de manejar con tranquilidad ver a su hijo a punto de morir en medio de convulsiones? ¿O cuando nuestros seres queridos se apartan de Dios? ¿Qué tal llevamos la discapacidad severa, el dolor crónico? Y, posiblemente, tienes pruebas mucho peores que añadir a mi lista. Soportamos dichas circunstancias porque no tenemos otra opción y nos esforzamos por atravesarlas confiando en que Dios está a nuestro favor en Cristo.
Sin embargo, mientras estaba tumbada boca abajo en el suelo del baño, retenida por un desmayo y empapada en sudor al mismo tiempo que los paramédicos intentaban establecer a mi hijo convulsionado en la habitación de al lado, ciertamente no sentí que se me hubiera dado una situación que estuviera dentro de mi capacidad manejarla.
El León y nuestros límites
«Galopa, Bree, galopa. Recuerda que eres un caballo de guerra» (The Horse and His Boy, p. 270).1 Aravis, una joven princesa que escapaba de la maldad de su país, Calormen, instó al caballo parlante llamado Bree a galopar lo más rápido posible para alejarse de los enemigos que los perseguían. C. S. Lewis nos cuenta esta historia en el libro mencionado, una de las siete Crónicas de Narnia. Bree y su amigo Hwin parecen, según su propio criterio, correr a toda velocidad. «Y ciertamente ambos caballos estaban haciendo, si no todo lo que podían, todo lo que creían que podían; lo cual» —como nos dice Lewis— «no es exactamente lo mismo».
Esta carrera desesperada a través de la campiña por parte de dos caballos parlantes y los inesperados niño y niña a sus espaldas alcanzaría rápidamente un pico de terror que ninguno de ellos podría haber previsto. Porque no solo eran perseguidos por un terrible ejército de soldados calormenos, sino que un enemigo mucho más próximo y peligroso rugía a sus espaldas: un enorme león.
«Y Bree descubrió entonces que no había ido realmente tan rápido, no tan rápido, como podía. Shasta sintió el cambio de inmediato. Ahora sí que iban a tope» (p. 271). Esta simple escena en medio de un cuento infantil ha cambiado profunda e íntimamente mi perspectiva de tres maneras durante la última década: (1) ha cambiado mi forma de entender mis «límites» en medio de las dificultades; (2) me ha recordado quién es el que ejerce presión en mí en esos momentos difíciles; y (3) me ha ayudado a entrever la bondad de Dios en la cantidad de tribulación por la que me permite pasar.
Desmayada en el suelo del baño
Supongo que hay cierta ironía en el hecho de que mientras Bree descubrió que podía correr más rápido con el gran León Aslan persiguiéndola, lo que Dios usó en mi caso fue mantenerme prácticamente quieta, ya que perdí el conocimiento durante un momento en el que deseaba con toda mi alma estar al lado de mi hijo en su emergencia médica. ¿En qué sentido la horrible respuesta fisiológica al estrés —el desmayo—se parece a que Bree encontrara nuevas fuerzas cuando el León la perseguía?
Pues bien, por raro que parezca, yo también encontré un nuevo impulso desmayada boca abajo en el suelo. Mientras yacía allí, clamé a Dios pidiéndole que salvara a mi hijo, al mismo tiempo que me veía obligada a aumentar el nivel de confianza en mi Señor. Yo no estaba al lado de mi hijo para cuidarlo en todo momento, pero Dios sí. Yo no podía hacer que su convulsión se detuviera, pero Dios sí. Yo no iría con él si muriera, pero Dios sí. Yo, al igual que Bree, descubrí que no había confiado tanto, no tanto, como podía. No había soportado tanto, no tanto, como podía. Encontré nuevas fuerzas cuando el gran León me persiguió.
Y tú, ¿ya has aprendido esta lección? ¿Qué lo que consideras tus límites no son realmente tus límites? ¿Qué la verdad es que no sabes cuáles son tus límites porque no eres el Creador y Sustentador de todas las cosas?
Más allá de mis límites
Creemos que lo hemos dado todo, pensamos que las reservas se han agotado, pero en realidad, nunca hemos puesto a prueba nuestros límites de verdad. Cuando nuestra mente dice: «no puedo hacer eso, está más allá de mis límites, no puedo soportar esa pérdida, no puedo vivir con esa prueba, no puedo afrontar esa consecuencia», Dios es perfectamente capaz de presionarnos de tal manera que nos demostrará que estamos equivocados.
Pablo les dice a los corintios:
Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (2 Co 1:8-9)
Como ves, las nuevas fuerzas que encontramos en medio de las dificultades no es un reflejo de nuestra fuerte constitución. Es un mecanismo impulsado por el Espíritu Santo que infunde fe y esperanza en los corazones de quienes están abrumados sobremanera más allá de sus propias fuerzas. Es un testimonio de su poder actuando en nosotros, aunque estemos débiles e impotentes en el suelo del baño.
Sendas de amor y verdad
Dios nos muestra a menudo que realmente podemos hacer lo que creemos que no podemos hacer (confiando en él). Y, aunque suene contradictorio, no nos lleva a conseguirlo simplemente animándonos o con pensamientos o afirmaciones positivas, sino que, como en el caso de Bree, ejerciendo presión en nosotros y agravando la prueba que nos va a llevar a buscarlo.
Verás, mientras Bree aceleraba su galope más allá de lo que creía que podía, el gran León aumentaba la distancia entre ellos y los verdaderos enemigos que venían tras ellos. Aslan los aterrorizó, pero lo hizo intencionalmente para que estuvieran seguros y a salvo. Podemos confiar en que, aunque nosotros —al igual que Pablo— sintamos que tenemos sentencia de muerte, Dios simplemente está permitiendo que pasemos por tribulaciones que son adecuadas y buenas, y nunca nos dará una carga que no podamos soportar. Dios realmente hace que todas las cosas sean para el bien de los que le aman y, al hacerlo, nos conforma a la semejanza de su Hijo (Ro 8:28-29).
Cuando Dios te empuja más allá de tus límites con circunstancias que te hacen galopar y perder el aliento, recuerda que es su gracia trabajando en ti. Te dirige hacia su bondad. Te está presionando para que dejes de mirarte a ti mismo y lo mires a él con nuevos ojos. Te está alejando de las cosas que te dañan gravemente, poniendo distancia entre tú y tus viejos enemigos: el mundo, tu carne y el diablo.
Y cuando estés bajo la presión del gran León, nunca, nunca te permitas olvidar que «Todas las sendas del Señor son amor y verdad» (Sal 25:10, NVI). Puedes confiar plenamente en él, incluso yaciendo boca abajo en el suelo del baño.
1. «The Horse and His Boy» ha sido titulado en español El caballo y el muchacho, El caballo y su niño, y El caballo y su jinete. Por añadidura, las citas del libro han sido traducidas directamente del original en inglés (N. del T).
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Abigail Dodds es esposa, madre de cinco hijos y graduada de Bethlehem College & Seminary. Es autora de Pan de Vida: Saboreando la Bondad De Jesús a través del Arte de Hacer Pan.